[11] Aparecerá una multitud de falsos profetas, que engañarán a mucha gente. [12] Al aumentar la maldad se enfriará el amor de muchos, [13] pero el que persevere hasta el fin, se salvará. [14] Esta Buena Noticia del Reino será proclamada en el mundo entero como testimonio delante de todos los pueblos, y entonces llegará el fin.
martes, 22 de abril de 2008
Mt 24, 11-14 Aparecerá una multitud de falsos profetas
(Mt 24, 11-14) Aparecerá una multitud de falsos profetas
[11] Aparecerá una multitud de falsos profetas, que engañarán a mucha gente. [12] Al aumentar la maldad se enfriará el amor de muchos, [13] pero el que persevere hasta el fin, se salvará. [14] Esta Buena Noticia del Reino será proclamada en el mundo entero como testimonio delante de todos los pueblos, y entonces llegará el fin.
[11] Aparecerá una multitud de falsos profetas, que engañarán a mucha gente. [12] Al aumentar la maldad se enfriará el amor de muchos, [13] pero el que persevere hasta el fin, se salvará. [14] Esta Buena Noticia del Reino será proclamada en el mundo entero como testimonio delante de todos los pueblos, y entonces llegará el fin.
(C.I.C 676) Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. Decreto sobre el milenarismo (19 julio 1944): DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, "intrínsecamente perverso" (cf. Pío XI, Divini Redemptoris (19 marzo 1937) condenando “los errores presentados bajo un falso sentido mistico” “de esta especie de falseada redención de los más humildes" (p. 69); Gaudium et spes, 20-21). (C.I.C 677) La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (cf. Ap 20, 7-10) que hará descender desde el cielo a su Esposa (cf. Ap 21, 2-4). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf. Ap 20, 12) después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (cf. 2P 3, 12-13).
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