martes, 15 de abril de 2008
Mt 20, 1-16 ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?
Mateo 20
(Mt 20, 1-16) ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?[1] Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. [2] Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña. [3] Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, [4] les dijo: “Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo”. [5] Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. [6] Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: “¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?”. [7] Ellos le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Entonces les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña”. [8] Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: “Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros”. [9] Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. [10] Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. [11] Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, [12] diciendo: “Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada”. [13] El propietario respondió a uno de ellos: “Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? [14] Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. [15] ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?”. [16] Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».
(C.I.C 1060) Al fin de los tiempos, el Reino de Dios llegará a su plenitud. Entonces, los justos reinarán con Cristo para siempre, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo material será transformado. Dios será entonces "todo en todos" (1Co 15, 28), en la vida eterna. (C.I.C 1022) Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación (cf. Concilio de Lyon: DS 856; Concilio de Florencia: DS 1304; Concilio de Trento: DS 1820), bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo (cf. II Concilio de Lyon: DS 857; Juan XXII, Bula Ne super his: DS 991; Benedicto XII, Const. Benedictus Deus: DS 1000-1001; Concilio de Florencia: DS 1305), bien para condenarse inmediatamente para siempre (II Concilio de Lyon: DS 858; Benedicto XII: DS 1002; Concilio de Florencia: DS 1036). “A la tarde te examinarán en el amor” (San Juan de la Cruz, Avisos y sentencias, 57).
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