viernes, 11 de abril de 2008
Mt 18, 1-5 Si no se hacen como niños no entrarán
Mateo 18
(Mt 18, 1-5) Si no se hacen como niños no entrarán[1] En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?». [2] Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos [3] y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. [4] Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. [5] El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
(C.I.C 2785) Un corazón humilde y confiado que nos hace volver a ser como niños (cf. Mt 18, 3); porque es a "los pequeños" a los que el Padre se revela (cf. Mt 11, 25): “Es una mirada a Dios y sólo a El, un gran fuego de amor. El alma se hunde y se abisma allí en la santa dilección y habla con Dios como con su propio Padre, muy familiarmente, en una ternura de piedad en verdad entrañable (San Juan Casiano, Conlatio 9, 18, 1; PL 49, 788). “Padre nuestro: este nombre suscita en nosotros todo a la vez, el amor, el gusto en la oración [...] y también la esperanza de obtener lo que vamos a pedir [...] ¿Qué puede El, en efecto, negar a la oración de sus hijos, cuando ya previamente les ha permitido ser sus hijos? (San Agustín, De sermone Domini in monte, 2, 4, 16; PL 3, 1276). (C.I.C 544) El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para "anunciar la Buena Nueva a los pobres" (Lc 4, 18; cf. 7, 22). Los declara bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los cielos" (Mt 5, 3); a los "pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes (cf. Mt 11, 25). Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre (cf. Mc 2, 23-26; Mt 21,18), la sed (cf. Jn 4,6-7; 19,28) y la privación (cf. Lc 9, 58). Aún más: se identifica con los pobres de todas clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su Reino (cf. Mt 25, 31-46).
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