domingo, 6 de abril de 2008
Mt 15, 21-28 Señor, Hijo de David, ten piedad de mí
(Mt 15, 21-28) Señor, Hijo de David, ten piedad de mí
[21] Jesús se dirigió hacia el país de Tiro y de Sidón. [22] Entonces una mujer cananea, que salió de aquella región, comenzó a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio». [23] Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: «Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos». [24] Jesús respondió: «Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel». [25] Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!». [26] Jesús le dijo: «No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros». [27] Ella respondió: «¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!». [28] Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!». Y en ese momento su hija quedó curada.
(C.I.C 446) En la traducción griega de los libros del Antiguo Testamento, el nombre inefable con el cual Dios se reveló a Moisés (cf. Ex 3, 14), YHWH, es traducido por Kyrios ["Señor"]. Señor se convierte desde entonces en el nombre más habitual para designar la divinidad misma del Dios de Israel. El Nuevo Testamento utiliza en este sentido fuerte el título "Señor" para el Padre, pero lo emplea también, y aquí está la novedad, para Jesús reconociéndolo como Dios (cf. 1Co 2,8).
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