lunes, 14 de abril de 2008

Mt 19, 10-12 No todos entienden este lenguaje

(Mt 19, 10-12) No todos entienden este lenguaje
[10] Los discípulos le dijeron: «Si esta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse». [11] Y él les respondió: «No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido. [12] En efecto, algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!».
(C.I.C 1618) Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con El ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales (cf. Lc 14,26; Mc 10,28-31). Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya (cf. Ap 14,4), para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle (cf. 1Co 7,32), para ir al encuentro del Esposo que viene (cf. Mt 25,6). Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo de vida del que El es el modelo […]. (C.I.C 1619) La virginidad por el Reino de los Cielos es un desarrollo de la gracia bautismal, un signo poderoso de la preeminencia del vínculo con Cristo, de la ardiente espera de su retorno, un signo que recuerda también que el matrimonio es una realidad que manifiesta el carácter pasajero de este mundo (cf. 1Co 7,31; Mc 12,25). (C.I.C 1620) Estas dos realidades, el sacramento del Matrimonio y la virginidad por el Reino de Dios, vienen del Señor mismo. Es El quien les da sentido y les concede la gracia indispensable para vivirlos conforme a su voluntad (cf. Mt 19,3-12). La estima de la virginidad por el Reino (cf. Lumen gentium, 42; Perfectae caritatis, 12; Optatam totius, 10) y el sentido cristiano del Matrimonio son inseparables y se apoyan mutuamente: “Denigrar el matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es realzar a la vez la admiración que corresponde a la virginidad. Pero lo que por comparación con lo peor parece bueno, no es bueno del todo: lo que según el parecer de todos es mejor que todos los bienes, eso sí que es en verda un bien eminente” (S. Juan Crisóstomo, De virginitate, 10, 1: PG 48, 540; Familiaris Consortio, 16).

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