sábado, 5 de abril de 2008

Mt 15, 1-9 Este pueblo me honra con los labios

Mateo 15
(Mt 15, 1-9) Este pueblo me honra con los labios

[1] Entonces, unos fariseos y escribas de Jerusalén se acercaron a Jesús y le dijeron: [2] «¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de nuestros antepasados y no se lavan las manos antes de comer?». [3] Él les respondió: «¿Y por qué ustedes, por seguir su tradición, no cumplen el mandamiento de Dios? [4] En efecto, Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre y: El que maldice a su padre o a su madre, será condenado a muerte. [5] Pero ustedes afirman: El que diga a su padre o a su madre: “He ofrecido al Templo los bienes que tenía para ayudarte”, [6] está libre de los deberes hacia ellos. Así ustedes, en nombre de su tradición, han anulado la Palabra de Dios. [7] ¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, cuando dijo: [8] Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. [9] En vano me rinden culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos».
(C.I.C 579) Este principio de integridad en la observancia de la Ley, no sólo en su letra sino también en su espíritu, era apreciado por los fariseos. Al subrayarlo para Israel, muchos judíos del tiempo de Jesús fueron conducidos a un celo religioso extremo (cf. Rm 10, 2), el cual, si no quería convertirse en una casuística "hipócrita" (cf. Mt 15, 3-7; Lc 11, 39-54) no podía más que preparar al pueblo a esta intervención inaudita de Dios que será la ejecución perfecta de la Ley por el único Justo en lugar de todos los pecadores (cf. Is 53, 11; Hb 9, 15). (C.I.C 2215) “El respeto a los padres (piedad filial) está hecho de gratitud para quienes, mediante el don de la vida, su amor y su trabajo, han traído sus hijos al mundo y les han ayudado a crecer en estatura, en sabiduría y en gracia. ‘Con todo tu corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido, ¿cómo les pagarás lo que contigo han hecho?’ (Si 7, 27-28). (C.I.C 2218) El cuarto mandamiento recuerda a los hijos mayores de edad sus responsabilidades para con los padres. En la medida en que ellos pueden, deben prestarles ayuda material y moral en los años de vejez y durante sus enfermedades, y en momentos de soledad o de abatimiento. Jesús recuerda este deber de gratitud (cf. Mc 7, 10-12; Si 3, 2-6. 12-13. 16).

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