sábado, 24 de mayo de 2008

Mc 9, 24-29 Creo, ayúdame porque tengo poca fe

(Mc 9, 24-29) Creo, ayúdame porque tengo poca fe
[24] Inmediatamente el padre del niño exclamó: «Creo, ayúdame porque tengo poca fe». [25] Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más». [26] El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: «Está muerto». [27] Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie. [28] Cuando entró en la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?». [29] Él les respondió: «Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración».
(C.I.C 276) Fiel al testimonio de la Escritura, la Iglesia dirige con frecuencia su oración al "Dios todopoderoso y eterno" ("omnipotens sempiterne Deus..."), creyendo firmemente que "nada es imposible para Dios" (Lc 1,37; cf. Gn 18,14; Mt 19,26). (C.I.C 277) Dios manifiesta su omnipotencia convirtiéndonos de nuestros pecados y restableciéndonos en su amistad por la gracia ("Deus, qui omnipotentiam tuam parcendo maxime et miserando manifestas..." -"Oh Dios, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia...") (Domingo XXVI del tiempo Ordinario. Colecta: Misal Romano). (C.I.C 23) El acento de este Catecismo se pone en la exposición doctrinal. Quiere, en efecto, ayudar a profundizar el conocimiento de la fe. Por lo mismo está orientado a la maduración de esta fe, su enraizamiento en la vida y su irradiación en el testimonio (cf. Catechesi tradendae, 20-22; 25).

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