miércoles, 21 de mayo de 2008

Mc 8, 22-26 El hombre recuperó la vista

(Mc 8, 22-26) El hombre recuperó la vista
[22] Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara. [23] Él tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerle saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: «¿Ves algo?». [24] El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: «Veo hombres, como si fueran árboles que caminan». [25] Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad. [26] Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo».
(C.I.C 2559) "La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes"(San Juan Damasceno, Expositio fidei, 68 [De fide orthodoxa 3, 24]: PG 94, 1089). ¿Desde dónde hablamos cuando oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad, o desde "lo más profundo" (Sal 130, 14) de un corazón humilde y contrito? El que se humilla es ensalzado (cf. Lc 18, 9-14). La humildad es la base de la oración. "Nosotros no sabemos pedir como conviene"(Rom 8, 26). La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios (San Agustín, Sermo 56, 6, 9: PL 38, 381). (C.I.C 2564) La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo. Es acción de Dios y del hombre; brota del Espíritu Santo y de nosotros, dirigida por completo al Padre, en unión con la voluntad humana del Hijo de Dios hecho hombre. (C.I.C 2621) En su enseñanza, Jesús instruye a sus discípulos para que oren con un corazón purificado, una fe viva y perseverante, una audacia filial. Les insta a la vigilancia y les invita a presentar sus peticiones a Dios en su Nombre. El mismo escucha las plegarias que se le dirigen.

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