jueves, 8 de mayo de 2008
Mc 3, 7-12 Los espíritus impuros se tiraban a sus pies
(Mc 3, 7-12) Los espíritus impuros se tiraban a sus pies
[7] Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea. [8] Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón. [9] Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara. [10] Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo. [11] Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!». [12] Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.
(C.I.C 1505) Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus miserias: "El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8,17; cf. Is 53,4). No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal (cf. Is 53,4-6) y quitó el "pecado del mundo" (Jn 1,29), del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con él y nos une a su pasión redentora.
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