jueves, 29 de mayo de 2008

Mc 10, 41-45 El Hijo del hombre no vino para ser servido

(Mc 10, 41-45) El Hijo del hombre no vino para ser servido
[41] Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. [42] Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. [43] Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; [44] y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. [45] Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».
(C.I.C 608) Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores (cf. Lc 3, 21; Mt 3, 14-15), vio y señaló a Jesús como el "Cordero de Dios que quita los pecados del mundo" (cf. Jn 1, 29. 36). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (cf. Is 53, 7; Jr 11, 19) y carga con el pecado de las multitudes (cf. Is 53, 12) y el cordero pascual símbolo de la Redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (cf. Ex 12, 3-14; Jn 19, 36; 1Co 5, 7). Toda la vida de Cristo expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate por muchos" (cf. Mc 10, 45). (C.I.C 623) Por su obediencia amorosa a su Padre, "hasta la muerte […] de cruz" (Flp 2, 8), Jesús cumplió la misión expiatoria (cf. Is 53, 10) del Siervo doliente que "justifica a muchos cargando con las culpas de ellos" (cf. Is 53, 11; Rm 5, 19).

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