domingo, 11 de mayo de 2008

Mc 4, 21-25 Al que tiene, se le dará

(Mc 4, 21-25) Al que tiene, se le dará
[21] Jesús les decía: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero? [22] Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse. [23] ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!». [24] Y les decía: «¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía. [25] Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene».
(C.I.C 1777) Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral (cf. Rm 2, 14-16) le ordena, en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga también las opciones concretas aprobando las que son buenas y denunciando las que son malas (cf. Rm 1, 32). Atestigua la autoridad de la verdad con referencia al Bien supremo por el cual la persona humana se siente atraída y cuyos mandamientos acoge. El hombre prudente, cuando escucha la conciencia moral, puede oír a Dios que le habla. (C.I.C 1775) La perfección del bien moral consiste en que el hombre no sea movido al bien sólo por su voluntad, sino también por su ‘corazón‘. (C.I.C 1816) El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos […] vivan preparados para confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia” (Lumen gentium, 42; cf. Dignitatis humanae, 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: “Todo […] aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10, 32-33).

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