miércoles, 7 de mayo de 2008

Mc 2, 1-12 Hijo, tus pecados te son perdonados

Marcos 2
(Mc 2, 1-12) Hijo, tus pecados te son perdonados

[1] Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa. [2] Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra. [3] Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. [4] Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. [5] Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». [6] Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: [7] «¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?». [8] Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: «¿Qué están pensando? [9] ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o “Levántate, toma tu camilla y camina”? [10] Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados [11] –dijo al paralítico– yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». [12] Él se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual».
(C.I.C 1421) El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo (cf Mc 2,1-12), quiso que su Iglesia continuase, en la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación, incluso en sus propios miembros. Esta es la finalidad de los dos sacramentos de curación: del sacramento de la Penitencia y de la Unción de los enfermos. (C.I.C 1446) Cristo instituyó el sacramento de la Penitencia en favor de todos los miembros pecadores de su Iglesia, ante todo para los que, después del Bautismo, hayan caído en el pecado grave y así hayan perdido la gracia bautismal y lesionado la comunión eclesial. El sacramento de la Penitencia ofrece a éstos una nueva posibilidad de convertirse y de recuperar la gracia de la justificación. Los Padres de la Iglesia presentan este sacramento como "la segunda tabla (de salvación) después del naufragio que es la pérdida de la gracia" (Concilio de Trento: DS 1542; cf. Tertuliano, De paenitentia 4,2: PL 1, 1343).

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