sábado, 10 de mayo de 2008

Mc 4, 1-9 ¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar

Marcos 4
(Mc 4, 1-9) ¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar

[1] Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla. [2] Él les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba: [3] «¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar. [4] Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. [5] Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda; [6] pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó. [7] Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto. [8] Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno». [9] Y decía: «¡El que tenga oídos para oír, que oiga!».
(C.I.C 546) Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza (cf. Mc 4, 33-34). Por medio de ellas invita al banquete del Reino (cf. Mt 22, 1-14), pero exige también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo (cf. Mt 13, 44-45); las palabras no bastan, hacen falta obras (cf. Mt 21, 28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra (cf. Mt 13, 3-9)? ¿Qué hace con los talentos recibidos (cf. Mt 25, 14-30)? Jesús y la presencia del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para "conocer los Misterios del Reino de los cielos" (Mt 13, 11). Para los que están "fuera" (Mc 4, 11), la enseñanza de las parábolas es algo enigmático (cf. Mt 13, 10-15). (C.I.C 547) Jesús acompaña sus palabras con numerosos "milagros, prodigios y signos" (Hch 2, 22) que manifiestan que el Reino está presente en El. Ellos atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado (cf. Lc 7, 18-23).

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