domingo, 17 de mayo de 2009
Hch 26, 1-11 Soy sometido a juicio por mi esperanza
Hechos 26
(Hch 26, 1-11) Soy sometido a juicio por mi esperanza[1] Agripa dijo a Pablo: «Estás autorizado a defenderte». Entonces Pablo, extendiendo la mano, comenzó su defensa, diciendo: [2] «Rey Agripa, me considero dichoso de tener que defenderme hoy, delante de ti, de las acusaciones que me hacen los judíos, [3] porque tú conoces todas las costumbres y controversias de los judíos. Por eso te ruego que me escuches con paciencia. [4] Todos los judíos saben cómo he vivido desde los primeros días de mi juventud, en medio de mi pueblo y en la misma Jerusalén. [5] Ellos me conocen desde hace mucho tiempo y si quieren, pueden atestiguar que he vivido como fariseo, es decir, siguiendo la secta más rígida de nuestra religión. [6] Y si ahora soy sometido a juicio, es por mi esperanza en la promesa hecha por Dios a nuestros padres, [7] la promesa que nuestras doce tribus esperan ver cumplida, sirviendo a Dios fervientemente día y noche. A causa de esta esperanza, rey Agripa, soy acusado por los judíos. [8] ¿Por qué les parece increíble que Dios resucite a los muertos? [9] Yo, por mi parte, consideraba que debía combatir por todos los medios el nombre de Jesús de Nazaret. [10] Así lo hice en Jerusalén: yo mismo encarcelé a un gran número de santos con la autorización de los sumos sacerdotes, y cuando se los condenaba a muerte, mi voto era favorable. [11] Recorría frecuentemente las sinagogas, y los castigaba para obligarlos a renegar de su fe. Lleno de rabia contra ellos, los perseguía hasta en las ciudades extranjeras.
(C.I.C 839) "[…] Los que todavía no han recibido el Evangelio también están ordenados al Pueblo de Dios de diversas maneras" (Lumen gentium, 16): La relación de la Iglesia con el pueblo judío. La Iglesia, Pueblo de Dios en la Nueva Alianza, al escrutar su propio misterio, descubre su vinculación con el pueblo judío (cf. Nostra aetate, 4) "a quien Dios nuestro Seño ha hablado primero" (Viernes Santo en la Pasión del Señor, Oración universal VI, Misal Romano). A diferencia de otras religiones no cristianas la fe judía ya es una respuesta a la revelación de Dios en la Antigua Alianza. Pertenece al pueblo judío "la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas […] y los patriarcas; de todo lo cual […] procede Cristo según la carne" (cf. Rm 9, 4-5), "porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables" (Rm 11, 29). (C.I.C 840) Por otra parte, cuando se considera el futuro, el Pueblo de Dios de la Antigua Alianza y el nuevo Pueblo de Dios tienden hacia fines análogos: la espera de la venida (o el retorno) del Mesías; pues para unos, es la espera de la vuelta del Mesías, muerto y resucitado, reconocido como Señor e Hijo de Dios; para los otros, es la venida del Mesías cuyos rasgos permanecen velados hasta el fin de los tiempos, espera que está acompañada del drama de la ignorancia o del rechazo de Cristo Jesús.
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