jueves, 14 de mayo de 2009

Hch 25, 1-8 Yo no he cometido ninguna falta

Hechos 25
(Hch 25, 1-8) Yo no he cometido ninguna falta
[1] Tres días después de haberse hecho cargo de su provincia, Festo subió de Cesarea a Jerusalén. [2] Los sumos sacerdotes y los judíos más importantes acusaron entonces a Pablo en su presencia, [3] y le pidieron la gracia de que lo hiciera trasladar a Jerusalén. En realidad preparaban una emboscada para matarlo en el camino. [4] Pero Festo respondió que Pablo debía quedar bajo custodia en Cesarea, y que él mismo iría allí inmediatamente. [5] «Que los de más autoridad entre ustedes, añadió, vengan conmigo y presenten su acusación, si tienen algo contra él». [6] Festo permaneció en Jerusalén unos ocho o diez días, y luego bajó a Cesarea. Al día siguiente, se sentó en el tribunal e hizo comparecer a Pablo. [7] En cuanto llegó, los judíos venidos de Jerusalén lo rodearon, y presentaron contra él numerosas y graves acusaciones que no podían probar. [8] Pablo se defendía diciendo: «Yo no he cometido ninguna falta contra la Ley de los judíos, ni contra el Templo, ni contra el Emperador».
(C.I.C 2334) ‘Creando al hombre «varón y mujer», Dios da la dignidad personal de igual modo al hombre y a la mujer’ (Familiaris Consortio, 22; Gaudium et Spes, 49). ‘El hombre es una persona, y esto se aplica en la misma medida al hombre y a la mujer, porque los dos fueron creados a imagen y semejanza de un Dios personal’ (Mulieris Dignitatem, 6). (C.I.C 2335) Cada uno de los dos sexos es, con una dignidad igual, aunque de manera distinta, imagen del poder y de la ternura de Dios. La unión del hombre y de la mujer en el matrimonio es una manera de imitar en la carne la generosidad y la fecundidad del Creador: ‘El hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne’ (Gn 2, 24). De esta unión proceden todas las generaciones humanas (cf. Gn 4, 1-2.25-26; 5, 1).

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