jueves, 7 de mayo de 2009
Hch 22, 6-13 Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
(Hch 22, 6-13) Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
[6] En el camino y al acercarme a Damasco, hacia el mediodía, una intensa luz que venía del cielo brilló de pronto a mi alrededor. [7] Caí en tierra y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. [8] Le respondí: “¿Quién eres, Señor?”, y la voz me dijo: “Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues”. [9] Los que me acompañaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. [10] Yo le pregunté: “¿Qué debo hacer, Señor?”. El Señor me dijo: “Levántate y ve a Damasco donde se te dirá lo que debes hacer”. [11] Pero como yo no podía ver, a causa del resplandor de esa luz, los que me acompañaban me llevaron de la mano hasta Damasco. [12] Un hombre llamado Ananías, fiel cumplidor de la Ley, que gozaba de gran prestigio entre los judíos del lugar, [13] vino a verme y, acercándose a mí, me dijo: “Hermano Saulo, recobra la vista”. Y en ese mismo instante, pude verlo.
(C.I.C 748) "Cristo es la luz de los pueblos. Por eso, este sacrosanto Sínodo, reunido en el Espíritu Santo, desea vehementemente iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre el rostro de la Iglesia (Lumen Gentium, 1), anunciando el Evangelio a todas las criaturas". Con estas palabras comienza la "Constitución dogmática sobre la Iglesia" del Concilio Vaticano II. Así, el Concilio muestra que el artículo de la fe sobre la Iglesia depende enteramente de los artículos que se refieren a Cristo Jesús. La Iglesia no tiene otra luz que la de Cristo; ella es, según una imagen predilecta de los Padres de la Iglesia, comparable a la luna cuya luz es reflejo del sol. (C.I.C 2466) En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó en plenitud. ‘Lleno de gracia y de verdad’ (cf. Jn 1, 14), él es la ‘luz del mundo’ (Jn 8, 12), la Verdad (cf. Jn 14, 6). El que cree en él, no permanece en las tinieblas (cf. Jn 12, 46). El discípulo de Jesús, ‘permanece en su palabra’, para conocer ‘la verdad que hace libre’ (cf. Jn 8, 31-32) y que santifica (cf. Jn 17, 17). Seguir a Jesús es vivir del ‘Espíritu de verdad’ (cf. Jn 14, 17) que el Padre envía en su nombre (cf. Jn 14, 26) y que conduce ‘a la verdad completa’ (Jn 16, 13). Jesús enseña a sus discípulos el amor incondicional de la verdad: ‘Sea vuestro lenguaje: «sí, sí»; «no, no»’ (Mt 5, 37).
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