domingo, 3 de mayo de 2009
Hch 21, 1-8 En la playa nos arrodillamos para orar
Hechos 21
(Hch 21, 1-8) En la playa nos arrodillamos para orar[1] Después de separarnos de ellos, nos embarcamos y fuimos derecho a Cos; al día siguiente, llegamos a Rodas y de allí pasamos a Pátara. [2] Como encontramos un barco que iba a Fenicia, subimos a bordo y partimos. [3] Avistamos la isla de Chipre y, dejándola a nuestra izquierda, seguimos navegando en dirección a Siria, hasta que por fin, atracamos en el puerto de Tiro, donde el barco debía descargar. [4] Allí encontramos a algunos discípulos y permanecimos una semana con ellos. Estos, iluminados por el Espíritu, aconsejaban a Pablo que no subiera a Jerusalén, [5] pero llegado el momento de partir, proseguimos nuestro viaje. Todos nos acompañaron hasta las afueras de la ciudad, incluso las mujeres y los niños. En la playa nos arrodillamos para orar, [6] y habiéndonos despedido, nosotros subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas. [7] De Tiro fuimos a Tolemaida, poniendo así término a la travesía. Allí saludamos a los hermanos y nos detuvimos un día con ellos. [8] Al día siguiente, volvimos a partir y llegamos a Cesarea, donde fuimos a ver a Felipe, el predicador del Evangelio, uno de los Siete, y nos alojamos en su casa.
(C.I.C 2584) A solas con Dios, los profetas extraen luz y fuerza para su misión. Su oración no es una huida del mundo infiel, sino una escucha de la palabra de Dios, es, a veces un debatirse o una queja, y siempre una intercesión que espera y prepara la intervención del Dios salvador, Señor de la historia (cf. Am 7, 2. 5; Is 6, 5. 8. 11; Jr 1, 6; 15, 15-18; 20, 7-18).
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