martes, 5 de mayo de 2009
Hch 21, 23-26 Tienes que hacer lo que te vamos a decir
(Hch 21, 23-26) Tienes que hacer lo que te vamos a decir
[23] Tienes que hacer lo que te vamos a decir: Aquí tenemos a cuatro hombres que están obligados por un voto: [24] llévalos contigo, purifícate con ellos y paga lo que corresponde para que se hagan cortar el cabello. Así todo el mundo sabrá que no es verdad lo que han oído acerca de ti, sino que tú también eres un fiel cumplidor de la Ley. [25] En cuanto a los paganos que abrazaron la fe, les hemos enviado nuestras decisiones, a saber: que se abstengan de la carne inmolada a los de la sangre, de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales». [26] Al día siguiente, Pablo tomó consigo a esos hombres, se purificó con ellos y entró en el Templo. Allí hizo saber cuándo concluiría el plazo fijado para la purificación, es decir, cuándo debía ofrecerse la oblación por cada uno de ellos.
(C.I.C 2100) El sacrificio exterior, para ser auténtico, debe ser expresión del sacrificio espiritual. ‘Mi sacrificio es un espíritu contrito...’ (Sal 51, 19). Los profetas de la Antigua Alianza denunciaron con frecuencia los sacrificios hechos sin participación interior (Cf. Am 5, 21-25) o sin relación con el amor al prójimo (Cf. Is 1, 10-20). Jesús recuerda las palabras del profeta Oseas: ‘Misericordia quiero, que no sacrificio’ (Mt 9, 13; 12, 7; cf. Os 6, 6). El único sacrificio perfecto es el que ofreció Cristo en la cruz en ofrenda total al amor del Padre y por nuestra salvación (Cf. Hb 9, 13-14). Uniéndonos a su sacrificio, podemos hacer de nuestra vida un sacrificio para Dios. (C.I.C 2101) En varias circunstancias, el cristiano es llamado a hacer promesas a Dios. El Bautismo y la Confirmación, el Matrimonio y la Ordenación las exigen siempre. Por devoción personal, el cristiano puede también prometer a Dios un acto, una oración, una limosna, una peregrinación, etc. La fidelidad a las promesas hechas a Dios es una manifestación de respeto a la Majestad divina y de amor hacia el Dios fiel. (C.I.C 2102) ‘El voto, es decir, la promesa deliberada y libre hecha a Dios acerca de un bien posible y mejor, debe cumplirse por la virtud de la religión’ (CIC canon 1191, 1). El voto es un acto de devoción en el que el cristiano se consagra a Dios o le promete una obra buena. Por tanto, mediante el cumplimiento de sus votos entrega a Dios lo que le ha prometido y consagrado. Los Hechos de los Apóstoles nos muestran a san Pablo cumpliendo los votos que había hecho (Cf. Hch 18, 18; 21, 23-24).
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