jueves, 29 de enero de 2015
361. ¿Qué relación tienen las Bienaventuranzas con el deseo de felicidad del hombre?
(Compendio 361) Las Bienaventuranzas responden al innato deseo
de felicidad que Dios ha puesto en el corazón del hombre, a fin de atraerlo
hacia Él, el único que lo puede satisfacer.
Resumen
(C.I.C 1725) Las bienaventuranzas
recogen y perfeccionan las promesas de Dios desde Abraham ordenándolas al Reino
de los cielos. Responden al deseo de felicidad que Dios ha puesto en el corazón
del hombre.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1718) Las bienaventuranzas
responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios
lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia Él, el único que
lo puede satisfacer: “Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices, y en
el género humano no hay nadie que no dé su asentimiento a esta proposición
incluso antes de que sea plenamente enunciada” (San Agustín, De moribus
Ecclesiae catholicae, 1, 3, 4: PL 32, 1312). “¿Cómo es, Señor, que yo te
busco? Porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz, haz que te busque
para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma vive de ti” (San Agustín, Confessiones,
10, 20, 29: PL 32, 791). “Sólo Dios
sacia” (Santo Tomás de Aquino, In
Symbolum Apostolorum… expositio,
c. 15).
Para la reflexión
(C.I.C 1719)) Las bienaventuranzas
descubren la meta de la existencia humana, el fin último de los actos humanos:
Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Esta vocación se dirige a cada uno
personalmente, pero también al conjunto de la Iglesia, pueblo nuevo de los que
han acogido la promesa y viven de ella en la fe.
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