viernes, 23 de enero de 2015
357. ¿De qué modo la vida moral cristiana está vinculada a la fe y a los sacramentos? (Primera parte)
(Compendio 357) Lo que se profesa en el Símbolo de la fe,
los sacramentos lo comunican. En efecto, con ellos los fieles reciben la gracia
de Cristo y los dones del Espíritu Santo, que les hacen capaces de vivir la
vida nueva de hijos de Dios en Cristo, acogido con fe. «Cristiano, reconoce tu
dignidad» (San León Magno).
Resumen
(C.I.C 1691) “Cristiano, reconoce
tu dignidad. Puesto que ahora participas de la naturaleza divina, no degeneres
volviendo a la bajeza de tu vida pasada. Recuerda a qué Cabeza perteneces y de
qué Cuerpo eres miembro. Acuérdate de que has sido arrancado del poder de las
tinieblas para ser trasladado a la luz del Reino de Dios” (San León Magno, Sermo 21, 3: PL 54, 192-193).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1692) El Símbolo de la fe
profesa la grandeza de los dones de Dios al hombre por la obra de su creación,
y más aún, por la redención y la santificación. Lo que confiesa la fe, los
sacramentos lo comunican: por “los sacramentos que les han hecho renacer”, los
cristianos han llegado a ser “hijos de Dios” (Jn 1,12 ;1Jn 3,1), “partícipes de
la naturaleza divina” (2Pe 1,4). Los cristianos, reconociendo en la fe su nueva
dignidad, son llamados a llevar en adelante una “vida digna del Evangelio de
Cristo” (Flp 1,27). Por los sacramentos y la oración reciben la gracia de
Cristo y los dones de su Espíritu que les capacitan para ello. (C.I.C 1693) Cristo Jesús hizo siempre lo que agradaba al Padre (Cf. Jn 8,29). Vivió siempre en
perfecta comunión con Él. De igual modo sus discípulos son invitados a vivir
bajo la mirada del Padre ‘que ve en lo secreto’ (Mt 6,6) para ser ‘perfectos
como el Padre […] celestial es perfecto’ (Mt 5,47).
Para la reflexión
(C.I.C 1694) Incorporados a Cristo por el bautismo (Cf. Rm 6,5), los
cristianos están ‘muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús’ (Rm
6,11), participando así en la vida del Resucitado (Cf. Col 2,12). Siguiendo a
Cristo y en unión con él (Cf. Jn 15,5), los cristianos pueden ser ‘imitadores
de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor’ (Ef 5,1-2), conformando sus
pensamientos, sus palabras y sus acciones con los sentimientos que tuvo Cristo
(Flp 2,5.) y siguiendo sus ejemplos (Cf. Jn 13,12-16). (C.I.C 1695) “Justificados […] en el nombre del Señor Jesucristo y
en el Espíritu de nuestro Dios” (1Co 6,11), “santificados y llamados a ser
santos” (1Co 1,2), los cristianos se convierten en ‘el templo […] del Espíritu
Santo’ (Cf. Ga 4, 6). Este ‘Espíritu del Hijo’ les enseña a orar al Padre (Ga 5,
25) y, haciéndose vida en ellos, les hace obrar (Cf. Ga 5, 25) para dar los
frutos del Espíritu por la caridad operante. Sanando las heridas del pecado, el
Espíritu Santo nos renueva interiormente mediante una transformación espiritual
(Cf. Ef 4, 23), nos ilumina y nos fortalece para vivir como ‘hijos de la luz’
(Ef 5, 8), ‘por la bondad, la justicia y la verdad’ en todo (Ef 5,9). (Continua)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario