jueves, 15 de enero de 2015
350. ¿Por qué la familia cristiana es llamada Iglesia doméstica?
(Compendio 350) La familia cristiana es llamada Iglesia
doméstica, porque manifiesta y realiza la naturaleza comunitaria y familiar de
la Iglesia en cuanto familia de Dios. Cada miembro, según su propio papel,
ejerce el sacerdocio bautismal, contribuyendo a hacer de la familia una
comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y cristianas y
lugar del primer anuncio de la fe a los hijos.
Resumen
(C.I.C 1666) El hogar cristiano es
el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la casa
familiar es llamada justamente "Iglesia doméstica", comunidad de
gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1655) Cristo quiso nacer y
crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Iglesia no es
otra cosa que la "familia de Dios". Desde sus orígenes, el núcleo de
la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, "con toda su casa",
habían llegado a ser creyentes (Cf. Hch 18,8). Cuando se convertían deseaban
también que se salvase "toda su casa" (Cf. Hch 16,31; 11,14). Estas
familias convertidas eran islas de vida cristiana en un mundo no creyente. (C.I.C
1656) En nuestros días, en un mundo frecuentemente
extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia
primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio
Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, Ecclesia domestica (Lumen
gentium, 11; Cf. Familiaris consortio, 21). En el seno de la familia, "los
padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su
palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y,
con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada" (Lumen gentium, 11).
Para la reflexión
(C.I.C 1657) Aquí es donde se
ejercita de manera privilegiada el sacerdocio
bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros
de la familia, "en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la
acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el
amor que se traduce en obras" (Lumen
gentium, 10). El hogar es así la primera escuela
de vida cristiana y "escuela del más rico humanismo" (Gaudium et spes, 52). Aquí se aprende la
paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso
reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de
su vida. (C.I.C 1658) Es preciso recordar
asimismo a un gran número de personas que
permanecen solteras a causa de las concretas condiciones en que deben
vivir, a menudo sin haberlo querido ellas mismas. Estas personas se encuentran
particularmente cercanas al corazón de Jesús; y, por ello, merecen afecto y
solicitud diligentes de la Iglesia, particularmente de sus pastores. Muchas de
ellas viven sin familia humana, con
frecuencia a causa de condiciones de pobreza. Hay quienes viven su situación
según el espíritu de las bienaventuranzas sirviendo a Dios y al prójimo de
manera ejemplar. A todas ellas es preciso abrirles las puertas de los hogares,
"iglesias domésticas" y las puertas de la gran familia que es la
Iglesia. "Nadie se sienta sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y
familia de todos, especialmente para cuantos están ‘fatigados y agobiados’” (Mt
11,28; Familiaris consortio, 85).
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