domingo, 4 de enero de 2015
342. ¿Es el Matrimonio una obligación para todos?
(Compendio 342) El Matrimonio no es una obligación para
todos. En particular, Dios llama a algunos hombres y mujeres a seguir a Jesús
por el camino de la virginidad o del celibato por el Reino de los cielos; éstos
renuncian al gran bien del Matrimonio para ocupase de las cosas del Señor
tratando de agradarle, y se convierten en signo de la primacía absoluta del
amor de Cristo y de la ardiente esperanza de su vuelta gloriosa.
Resumen
(C.I.C 1619) La virginidad por el
Reino de los Cielos es un desarrollo de la gracia bautismal, un signo poderoso
de la preeminencia del vínculo con Cristo, de la ardiente espera de su retorno,
un signo que recuerda también que el matrimonio es una realidad que manifiesta
el carácter pasajero de este mundo (cf. 1Co 7,31; Mc 12,25).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1618) Cristo es el centro
de toda vida cristiana. El vínculo con Él ocupa el primer lugar entre todos los
demás vínculos, familiares o sociales (cf. Lc 14,26; Mc 10,28-31). Desde los
comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran
bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya (cf. Ap 14,4),
para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle (cf. 1Co 7,32),
para ir al encuentro del Esposo que viene (cf. Mt 25,6). Cristo mismo invitó a
algunos a seguirle en este modo de vida del que El es el modelo: “Hay eunucos
que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos
que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda
entender, que entienda” (Mt 19,12).
Para la reflexión
(C.I.C 1620) Estas dos realidades,
el sacramento del Matrimonio y la virginidad por el Reino de Dios, vienen del
Señor mismo. Es Él quien les da sentido y les concede la gracia indispensable
para vivirlos conforme a su voluntad (cf. Mt 19,3-12). La estima de la
virginidad por el Reino (cf. Lumen
gentium, 42; Perfectae caritatis,
12; Optatam totius, 10) y el sentido
cristiano del Matrimonio son inseparables y se apoyan mutuamente: “Denigrar el
matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es realzar
a la vez la admiración que corresponde a la virginidad. Pero lo que por
comparación con lo peor parece bueno, no es bueno del todo: lo que según el
parecer de todos es mejor que todos los bienes, eso sí que es en verda un bien
eminente” (San Juan Crisóstomo, De
virginitate, 10,1: PG 48, 540; Familiaris
Consortio, 16).
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