domingo, 18 de enero de 2015
352. ¿Qué es un exorcismo?
(Compendio 352) Tiene lugar un exorcismo, cuando la
Iglesia pide con su autoridad, en nombre de Jesús, que una persona o un objeto
sea protegido contra el influjo del Maligno y sustraído a su dominio. Se
practica de modo ordinario en el rito del Bautismo. El exorcismo solemne,
llamado gran exorcismo, puede ser efectuado solamente por un presbítero
autorizado por el obispo.
Resumen
(C.I.C 414) Satán o el diablo y los otros demonios son
ángeles caídos por haber rechazado libremente servir a Dios y su designio. Su
opción contra Dios es definitiva. Intentan asociar al hombre en su rebelión
contra Dios.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1673) Cuando la Iglesia pide públicamente y con
autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido
contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio, se habla de exorcismo. Jesús lo practicó (Cf. Mc
1,25-26), de Él tiene la Iglesia el poder y el oficio de exorcizar (Cf. Mc
3,15; 6,7. 13; 16,17). En forma simple, el exorcismo tiene lugar en la
celebración del Bautismo. El exorcismo solemne llamado “el gran exorcismo” sólo
puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo. En estos
casos es preciso proceder con prudencia, observando estrictamente las reglas
establecidas por la Iglesia. El exorcismo intenta expulsar a los demonios o
liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha
confiado a su Iglesia. Muy distinto es el caso de las enfermedades, sobre todo
psíquicas, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica. Por tanto, es
importante, asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de un
presencia del maligno y no de una enfermedad (Cf. CIC canon 1172).
Para la reflexión
(C.I.C 395) Sin embargo, el poder de Satán no es infinito.
No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero
siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque
Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque
su acción cause graves daños -de naturaleza espiritual e indirectamente incluso
de naturaleza física- en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida
por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del
hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran
misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios
para bien de los que le aman" (Rm 8,28).
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