lunes, 12 de enero de 2015
347. ¿Cuáles son los pecados gravemente contrarios al sacramento del Matrimonio?
(Compendio 347) Los pecados gravemente contrarios al
sacramento del Matrimonio son los siguientes: el adulterio, la poligamia, en
cuanto contradice la idéntica dignidad entre el hombre y la mujer y la unidad y
exclusividad del amor conyugal; el rechazo de la fecundidad, que priva a la
vida conyugal del don de los hijos; y el divorcio, que contradice la
indisolubilidad.
Resumen
(C.I.C 1646) El amor conyugal
exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad inviolable. Esto
es consecuencia del don de sí mismos que se hacen mutuamente los esposos. El
auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero.
"Esta íntima unión, en cuanto donación mutua de dos personas, así como el
bien de los hijos exigen la fidelidad de los cónyuges y urgen su indisoluble
unidad" (Gaudium et spes, 48).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1643) "El amor
conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos de la
persona - reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la
afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad -; mira a una unidad
profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne, conduce a
no tener más que un corazón y un alma; exige la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recíproca
definitiva; y se abre a fecundidad.
En una palabra: se trata de características normales de todo amor conyugal
natural, pero con un significado nuevo que no sólo las purifica y consolida,
sino las eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores
propiamente cristianos" (Familiaris
Consortio, 13).
Para la reflexión
(C.I.C 1647) Su motivo más
profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza, de Cristo a su Iglesia.
Por el sacramento del matrimonio los esposos son capacitados para representar y
testimoniar esta fidelidad. Por el sacramento, la indisolubilidad del
matrimonio adquiere un sentido nuevo y más profundo. (C.I.C 1648) Puede parecer difícil, incluso imposible, atarse para
toda la vida a un ser humano. Por ello es tanto más importante anunciar la
buena nueva de que Dios nos ama con un amor definitivo e irrevocable, de que
los esposos participan de este amor, que les conforta y mantiene, y de que por
su fidelidad se convierten en testigos del amor fiel de Dios. Los esposos que,
con la gracia de Dios, dan este testimonio, con frecuencia en condiciones muy
difíciles, merecen la gratitud y el apoyo de la comunidad eclesial (Cf. Familiaris consortio, 20).
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