jueves, 22 de enero de 2015
356. ¿Cuáles son los momentos principales de las exequias?
(Compendio 356) De ordinario, las exequias comprenden
cuatro momentos principales: la acogida de los restos mortales del difunto por
parte de la comunidad, con palabras de consuelo y esperanza para sus familiares;
la liturgia de la Palabra; el sacrificio eucarístico; y «el adiós», con el que
se encomienda el alma del difunto a Dios, fuente de vida eterna, mientras su
cuerpo es sepultado en la esperanza de la Resurrección.
Resumen
(C.I.C 1686) El Ordo exequiarum o Ritual de los funerales de la liturgia romana
propone tres tipos de celebración de las exequias, correspondientes a tres
lugares de su desarrollo (la casa, la iglesia, el cementerio), y según la
importancia que les presten la familia, las costumbres locales, la cultura y la
piedad popular. Por otra parte, este desarrollo es común a todas las
tradiciones litúrgicas y comprende cuatro momentos principales:
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1687) La acogida de la comunidad. El saludo de fe abre la celebración.
Los familiares del difunto son acogidos con una palabra de
"consolación" (en el sentido del Nuevo Testamento: la fuerza del
Espíritu Santo en la esperanza Cf. 1Ts 4,18). La comunidad orante que se reúne
espera también "las palabras de vida eterna". La muerte de un miembro
de la comunidad (o el aniversario, el séptimo o el trigésimo día) es un
acontecimiento que debe hacer superar las perspectivas de "este
mundo" y atraer a los fieles, a las verdaderas perspectivas de la fe en
Cristo resucitado. (C.I.C 1688) La Liturgia de la Palabra. La
celebración de la Liturgia de la Palabra en las exequias exige una preparación,
tanto más atenta cuanto que la asamblea allí presente puede incluir fieles poco
asiduos a la liturgia y amigos del difunto que no son cristianos. La homilía,
en particular, debe "evitar" el género literario de elogio fúnebre (Ritual de exequias, Primer tipo de exequias,
41) y debe iluminar el misterio de la muerte cristiana a la luz de Cristo
resucitado.
Para la reflexión
(C.I.C 1689) El Sacrificio eucarístico. Cuando la celebración tiene lugar en la
Iglesia, la Eucaristía es el corazón de la realidad pascual de la muerte
cristiana (Cf. Ritual de exequias, Prenotandos,
1). La Iglesia expresa entonces su comunión eficaz con el difunto:
ofreciendo al Padre, en el Espíritu Santo, el sacrificio de la muerte y
resurrección de Cristo, pide que su hijo sea purificado de sus pecados y de sus
consecuencias y que sea admitido a la plenitud pascual de la mesa del Reino (Cf.
Ritual de exequias, Primer tipo de
exequias, 56). Así celebrada la Eucaristía, la comunidad de fieles,
especialmente la familia del difunto, aprende a vivir en comunión con quien
"se durmió en el Señor" , comulgando con el Cuerpo de Cristo, de
quien es miembro vivo, y orando luego por él y con él. (C.I.C 1690) El adiós
("a Dios") al difunto es "su recomendación a Dios" por la
Iglesia. Es el "último adiós […] por el que la comunidad cristiana despide
a uno de sus miembros antes que su cuerpo sea llevado a su sepulcro" (Ritual de exequias, Prenotandos, 10). La
tradición bizantina lo expresa con el beso de adiós al difunto: Con este saludo
final "se canta por su partida de esta vida y por su separación, pero
también porque existe una comunión y una reunión. En efecto, una vez muertos no
estamos en absoluto separados unos de otros, pues todos recorremos el mismo
camino y nos volveremos a encontrar en un mismo lugar. No nos separaremos
jamás, porque vivimos para Cristo y ahora estamos unidos a Cristo, yendo hacia Él
[...] estaremos todos juntos en Cristo" (San Simeón de Tesalónica, De ordine
sepulturae, 367: PG 155, 685).
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