viernes, 29 de mayo de 2015
445. ¿Qué es lo que Dios prohíbe cuando manda: «No tendrás otro Dios fuera de mí» (Ex 20, 2)? (Sexta parte - continuación)
(Compendio 445 - repetición) Con el
mandamiento «No tendrás otro Dios fuera de mí» se prohíbe: el politeísmo y la idolatría, que diviniza a
una criatura, el poder, el dinero, incluso al demonio; la superstición, que es
una desviación del culto debido al Dios verdadero, y que se expresa también
bajo las formas de adivinación, magia, brujería y espiritismo; la irreligión,
que se manifiesta en tentar a Dios con palabras o hechos; en el sacrilegio, que
profana a las personas y las cosas sagradas, sobre todo la Eucaristía; en la
simonía, que intenta comprar o vender realidades espirituales; el ateísmo, que
rechaza la existencia de Dios, apoyándose frecuentemente en una falsa
concepción de la autonomía humana; el agnosticismo, según el cual, nada se
puede saber sobre Dios, y que abarca el indiferentismo y el ateísmo práctico.
Resumen
(C.I.C 2140) El ateísmo, en cuanto niega o rechaza la
existencia de Dios, es un pecado contra el primer mandamiento.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 2127) El agnosticismo reviste varias formas. En
ciertos casos, el agnóstico se resiste a negar a Dios; al contrario, postula la
existencia de un ser trascendente que no podría revelarse y del que nadie
podría decir nada. En otros casos, el agnóstico no se pronuncia sobre la
existencia de Dios, manifestando que es imposible probarla e incluso afirmarla
o negarla. (C.I.C 2128) El agnosticismo puede contener a veces una cierta
búsqueda de Dios, pero puede igualmente representar un indiferentismo, una
huida ante la cuestión última de la existencia, y una pereza de la conciencia
moral. El agnosticismo equivale con mucha frecuencia a un ateísmo práctico.
(C.I.C 38) Por esto el hombre necesita ser iluminado
por la revelación de Dios, no solamente acerca de lo que supera su
entendimiento, sino también sobre "las verdades religiosas y morales que
de suyo no son inaccesibles a la razón, a fin de que puedan ser, en el estado
actual del género humano, conocidas de todos sin dificultad, con una certeza
firme y sin mezcla de error" (cf. Dei
Filius c. 2: DS 3005; Dei Verbum,
6; Santo Tomás de Aquino, Summa
theologiae 1,1,1). (C.I.C 36) "La Santa
Madre Iglesia, mantiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas,
puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a
partir de las cosas creadas" (Concilio Vaticano I: DS 3004; 3026; Dei verbum, 6). Sin esta capacidad, el
hombre no podría acoger la revelación de Dios. El hombre tiene esta capacidad
porque ha sido creado "a imagen de Dios" (Gn 1, 27).
Para la reflexión
(C.I.C 37) Sin embargo, en las
condiciones históricas en que se encuentra, el hombre experimenta muchas
dificultades para conocer a Dios con la sola luz de su razón: “A pesar de que
la razón humana, sencillamente hablando, pueda verdaderamente por sus fuerzas y
su luz naturales, llegar a un conocimiento verdadero y cierto de un Dios
personal, que protege y gobierna el mundo por su providencia, así como de una
ley natural puesta por el Creador en nuestras almas, sin embargo hay muchos
obstáculos que impiden a esta misma razón usar eficazmente y con fruto su poder
natural; porque las verdades que se refieren a Dios y a los hombres sobrepasan
absolutamente el orden de las cosas sensibles y cuando deben traducirse en actos
y proyectarse en la vida exigen que el hombre se entregue y renuncie a sí
mismo. El espíritu humano, para adquirir semejantes verdades, padece dificultad
por parte de los sentidos y de la imaginación, así como de los malos deseos
nacidos del pecado original. De ahí procede que en semejantes materias los
hombres se persuadan de que son falsas, o al menos dudosas, las cosas que no
quisieran que fuesen verdaderas” (Pío XII, Humani
Generis: DS 3875). (C.I.C 39) Al defender
la capacidad de la razón humana para conocer a Dios, la Iglesia expresa su
confianza en la posibilidad de hablar de Dios a todos los hombres y con todos
los hombres. Esta convicción está en la base de su diálogo con las otras
religiones, con la filosofía y las ciencias, y también con los no creyentes y
los ateos. (C.I.C 40) Puesto que nuestro
conocimiento de Dios es limitado, nuestro lenguaje sobre Dios lo es también. No
podemos nombrar a Dios sino a partir de las criaturas, y según nuestro modo
humano limitado de conocer y de pensar. [Fin]
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