domingo, 17 de mayo de 2015
442. ¿Qué implica la afirmación de Dios: «Yo soy el Señor tu Dios» (Ex 20, 20)? (Cuarta parte - continuación)
(Compendio 442 - repetición) La afirmación:
«Yo soy el Señor tu Dios» implica para el fiel guardar y poner en práctica las
tres virtudes teologales, y evitar los pecados que se oponen a ellas. La fe
cree en Dios y rechaza todo lo que le es contrario, como, por ejemplo, la duda
voluntaria, la incredulidad, la herejía, la apostasía y el cisma. La esperanza
aguarda confiadamente la bienaventurada visión de Dios y su ayuda, evitando la
desesperación y la presunción. La caridad ama a Dios sobre todas las cosas y
rechaza la indiferencia, la ingratitud, la tibieza, la pereza o indolencia
espiritual y el odio a Dios, que nace del orgullo.
Resumen
(C.I.C 2134) El primer mandamiento llama al hombre para que
crea en Dios, espere en Él y lo ame sobre todas las cosas. (C.I.C 2133) ‘Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas’
(Dt 6, 59).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 2091) El primer mandamiento se refiere también a los
pecados contra la esperanza, que son la desesperación y la presunción: Por la desesperación, el hombre deja de esperar
de Dios su salvación personal, el auxilio para llegar a ella o el perdón de sus
pecados. Se opone a la Bondad de Dios, a su Justicia -porque el Señor es fiel a
sus promesas - y a su Misericordia. (C.I.C 2092) Hay dos clases de presunción. O bien el hombre presume de
sus capacidades (esperando poder salvarse sin la ayuda de lo alto), o bien
presume de la omnipotencia o de la misericordia divinas (esperando obtener su
perdón sin conversión y la gloria sin mérito).
Para la reflexión
(C.I.C 2093) La fe en el amor de Dios encierra la llamada y
la obligación de responder a la caridad divina mediante un amor sincero. El
primer mandamiento nos ordena amar a Dios sobre todas las cosas y a las criaturas
por Él y a causa de Él (Cf. Dt 6, 4-5). (C.I.C 2094) Se puede pecar de diversas
maneras contra el amor de Dios. La indiferencia
descuida o rechaza la consideración de la caridad divina; desprecia su acción
preveniente y niega su fuerza. La ingratitud
omite o se niega a reconocer la caridad divina y devolverle amor por amor. La tibieza es una vacilación o negligencia
en responder al amor divino; puede implicar la negación a entregarse al
movimiento de la caridad. La acedía o
pereza espiritual llega a rechazar el
gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino. El odio a Dios tiene su origen en el
orgullo; se opone al amor de Dios cuya bondad niega y lo maldice porque condena
el pecado e inflige penas. [Fin]
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