martes, 12 de mayo de 2015
440. ¿Por qué el Decálogo obliga gravemente?
(Compendio 440) El Decálogo obliga gravemente porque
enuncia los deberes fundamentales del hombre para con Dios y para con el
prójimo.
Resumen
(C.I.C 2081) Los diez mandamientos, en su contenido
fundamental, enuncian obligaciones graves. Sin embargo, la obediencia a estos
preceptos implica también obligaciones cuya materia es, en sí misma, leve.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 2072) Los diez mandamientos, por expresar los deberes
fundamentales del hombre hacia Dios y hacia su prójimo, revelan en su contenido
primordial obligaciones graves. Son básicamente
inmutables y su obligación vale siempre y en todas partes. Nadie podría
dispensar de ellos. Los diez mandamientos están grabados por Dios en el corazón
del ser humano. (C.I.C 2073) La obediencia a los mandamientos implica también
obligaciones cuya materia es, en sí misma, leve. Así, la injuria de palabra
está prohibida por el quinto mandamiento, pero sólo podría ser una falta grave
en razón de las circunstancias o de la intención del que la profiere.
Para la reflexión
(C.I.C 1858) La materia
grave es precisada por los Diez mandamientos según la respuesta de Jesús al
joven rico: ‘No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes testimonio
falso, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre’ (Mc 10, 19). La gravedad
de los pecados es mayor o menor: un asesinato es más grave que un robo. La
cualidad de las personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida
contra los padres es más grave que la ejercida contra un extraño. (C.I.C
1958) La ley natural es inmutable (cf. Gaudium et spes, 10)
y permanente a través de las variaciones de la historia; subsiste bajo el flujo
de ideas y costumbres y sostiene su progreso. Las normas que la expresan
permanecen substancialmente valederas. Incluso cuando se llega a renegar de sus
principios, no se la puede destruir ni arrancar del corazón del hombre. Resurge
siempre en la vida de individuos y sociedades: “El robo está ciertamente
sancionado por tu ley, Señor, y por la ley que está escrita en el corazón del
hombre, y que la misma iniquidad no puede borrar.(San Agustín, Confessiones, 2, 4, 9: PL 32, 678).
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