domingo, 1 de junio de 2008

Mc 11, 27-33 ¿Quién te dio autoridad para hacerlo?

(Mc 11, 27-33) ¿Quién te dio autoridad para hacerlo?
[27] Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él [28] y le dijeron: «¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?». [29] Jesús les respondió: «Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. [30] Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?». [31] Ellos se hacían este razonamiento: «Si contestamos: “Del cielo”, él nos dirá: “¿Por qué no creyeron en él?”. [32] ¿Diremos entonces: “De los hombres”?». Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta, [33] respondieron a Jesús: «No sabemos». Y él les respondió: «Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas».
(C.I.C 240) Jesús ha revelado que Dios es "Padre" en un sentido nuevo: no lo es sólo en cuanto Creador; Él es eternamente Padre en relación a su Hijo único, el cual eternamente es Hijo sólo en relación a su Padre: "Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Mt 11,27). (C.I.C 241) Por eso los Apóstoles confiesan a Jesús como "el Verbo que en el principio estaba junto a Dios y que era Dios" (Jn 1,1), como "la imagen del Dios invisible" (Col 1,15), como "el resplandor de su gloria y la impronta de su esencia" Hb 1,3). (C.I.C 239) Al designar a Dios con el nombre de "Padre", el lenguaje de la fe indica principalmente dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad transcendente y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios puede ser expresada también mediante la imagen de la maternidad (cf. Is 66,13; Sal 131,2) que indica más expresivamente la inmanencia de Dios, la intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje de la fe se sirve así de la experiencia humana de los padres que son en cierta manera los primeros representantes de Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice también que los padres humanos son falibles y que pueden desfigurar la imagen de la paternidad y de la maternidad. Conviene recordar, entonces, que Dios transciende la distinción humana de los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios. Transciende también la paternidad y la maternidad humanas (cf. Sal 27,10), aunque sea su origen y medida (cf. Ef 3,14; Is 49,15): Nadie es padre como lo es Dios.

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