sábado, 21 de junio de 2008
Lc 2, 27-35 Este niño será causa de caída y de elevación
(Lc 2, 27-35) Este niño será causa de caída y de elevación
[27] Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, [28] Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: [29] «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, [30] porque mis ojos han visto la salvación [31] que preparaste delante de todos los pueblos: [32] luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel». [33] Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. [34] Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, [35] y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».
(C.I.C 529) La Presentación de Jesús en el Templo (cf. Lc 2, 22-39) lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor (cf. Ex 13,2.12-13). Con Simeón y Ana toda la expectación de Israel es la que viene al Encuentro de su Salvador (la tradición bizantina llama así a este acontecimiento). Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, "luz de las naciones" y "gloria de Israel", pero también "signo de contradicción". La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado "ante todos los pueblos".
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