domingo, 1 de junio de 2008

Mc 12, 1-9 Este es el heredero: vamos a matarlo

Marcos 12
(Mc 12, 1-9) Este es el heredero: vamos a matarlo

[1] Jesús se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. [2] A su debido tiempo, envió a un servidor para percibir de los viñadores la parte de los frutos que le correspondía. [3] Pero ellos lo tomaron, lo golpearon y lo echaron con las manos vacías. [4] De nuevo les envió a otro servidor, y a este también lo maltrataron y lo llenaron de ultrajes. [5] Envió a un tercero, y a este lo mataron. Y también golpearon o mataron a muchos otros. [6] Todavía le quedaba alguien, su hijo, a quien quería mucho, y lo mandó en último término, pensando: “Respetarán a mi hijo”. [7] Pero los viñadores se dijeron: “Este es el heredero: vamos a matarlo y la herencia será nuestra”. [8] Y apoderándose de él, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. [9] ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá, acabará con los viñadores y entregará la viña a otros.
(C.I.C 546) Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza (cf. Mc 4, 33-34). Por medio de ellas invita al banquete del Reino (cf. Mt 22, 1-14), pero exige también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo (cf. Mt 13, 44-45); las palabras no bastan, hacen falta obras (cf. Mt 21, 28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena tierra (cf. Mt 13, 3-9)? ¿Qué hace con los talentos recibidos (cf. Mt 25, 14-30)? Jesús y la presencia del Reino en este mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es preciso entrar en el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para "conocer los Misterios del Reino de los cielos" (Mt 13, 11). Para los que están "fuera" (Mc 4, 11), la enseñanza de las parábolas es algo enigmático (cf. Mt 13, 10-15).

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