domingo, 8 de junio de 2008

Mc 14, 17-24 Esto es mi Cuerpo, Esta es mi Sangre

(Mc 14, 17-24) Esto es mi Cuerpo, Esta es mi Sangre
[17] Al atardecer, Jesús llegó con los Doce. [18] Y mientras estaban comiendo, dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo». [19] Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro: «¿Seré yo?». [20] Él les respondió: «Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo. [21] El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!». [22] Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo». [23] Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. [24] Y les dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos.
(C.I.C 1324) La Eucaristía es "fuente y culmen de toda la vida cristiana" (Lumen gentium, 11). "Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua" (Presbyterorum ordinis, 5). (C.I.C 1333) En el corazón de la celebración de la Eucaristía se encuentran el pan y el vino que, por las palabras de Cristo y por la invocación del Espíritu Santo, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Fiel a la orden del Señor, la Iglesia continúa haciendo, en memoria de El, hasta su retorno glorioso, lo que él hizo la víspera de su pasión: "Tomó pan...", "tomó el cáliz lleno de vino...". Al convertirse misteriosamente en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, los signos del pan y del vino siguen significando también la bondad de la creación. Así, en el ofertorio, damos gracias al Creador por el pan y el vino (cf. Sal 104,13-15), fruto "del trabajo del hombre", pero antes, "fruto de la tierra" y "de la vid", dones del Creador. La Iglesia ve en en el gesto de Melquisedec, rey y sacerdote, que "ofreció pan y vino" (Gn 14,18) una prefiguración de su propia ofrenda (cf. Plegaría Eucarística I o Canon Romano, 95; Misal Romano).

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