[14] Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. [15] Enseñaba en sus sinagogas y todos lo alababan.
viernes, 27 de junio de 2008
Lc 4, 14-15 Su fama se extendió en toda la región
(Lc 4, 14-15) Su fama se extendió en toda la región
[14] Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. [15] Enseñaba en sus sinagogas y todos lo alababan.
[14] Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. [15] Enseñaba en sus sinagogas y todos lo alababan.
(C.I.C 541) "Después que Juan fue preso, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1, 14-15). "Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el Reino de los cielos" (Lumen Gentium 3). Pues bien, la voluntad del Padre es "elevar a los hombres a la participación de la vida divina" (Lumen Gentium 2). Lo hace reuniendo a los hombres en torno a su Hijo, Jesucristo. Esta reunión es la Iglesia, que es sobre la tierra "el germen y el comienzo de este Reino" (Lumen Gentium 5). (C.I.C 40) Puesto que nuestro conocimiento de Dios es limitado, nuestro lenguaje sobre Dios lo es también. No podemos nombrar a Dios sino a partir de las criaturas, y según nuestro modo humano limitado de conocer y de pensar. (C.I.C 39) Al defender la capacidad de la razón humana para conocer a Dios, la Iglesia expresa su confianza en la posibilidad de hablar de Dios a todos los hombres y con todos los hombres. Esta convicción está en la base de su diálogo con las otras religiones, con la filosofía y las ciencias, y también con los no creyentes y los ateos. (C.I.C 38) Por esto el hombre necesita ser iluminado por la revelación de Dios, no solamente acerca de lo que supera su entendimiento, sino también sobre "las verdades religiosas y morales que de suyo no son inaccesibles a la razón, a fin de que puedan ser, en el estado actual del género humano, conocidas de todos sin dificultad, con una certeza firme y sin mezcla de error" (cf. Dei Filius c. 2: DS 3005; Dei Verbum, 6; Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 1,1,1).
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