jueves, 19 de junio de 2008
Lc 2, 1-7 María dio a luz a su Hijo primogénito
Lucas 2
(Lc 2, 1-7) María dio a luz a su Hijo primogénito[1] En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. [2] Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. [3] Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. [4] José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, [5] para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. [6] Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; [7] y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
(C.I.C 973) Al pronunciar el Fiat de la Anunciación y al dar su consentimiento al Misterio de la Encarnación, María colabora ya en toda la obra que debe llevar a cabo su Hijo. Ella es madre allí donde El es Salvador y Cabeza del Cuerpo místico. (C.I.C 525) Jesús nació en la humildad de un establo, de una familia pobre (cf. Lc 2, 6-7); unos sencillos pastores son los primeros testigos del acontecimiento. En esta pobreza se manifiesta la gloria del cielo (cf. Lc 2, 8-20). La Iglesia no se cansa de cantar la gloria de esta noche: “Hoy la Virgen da a luz al Transcendente. Y la tierra ofrece una cueva al Inaccesible. Los ángeles y los pastores le alaban. Los magos caminan con la estrella: Porque ha nacido por nosotros, Niño pequeñito el Dios eterno” (San Romano Melodo, Kontakion, 10, In diem Nativitatis Christi, Proemium). (C.I.C 963) Después de haber hablado del papel de la Virgen María en el Misterio de Cristo y del Espíritu, conviene considerar ahora su lugar en el Misterio de la Iglesia. "Se la reconoce y se la venera como verdadera Madre de Dios y del Redentor [...] más aún, ‘es verdaderamente la madre de los miembros (de Cristo) porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza'“ (Lumen gentium, 53; cf. S. Agustín, De sancta virginitate, 6, 6: PL 40, 399). "María [...], Madre de Cristo, Madre de la Iglesia" (Pablo VI, Discurso a los padres conciliares, (21 de noviembre 1964).
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