jueves, 26 de junio de 2008
Lc 4, 3-12 Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios
(Lc 4, 3-12) Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios
[3] El demonio le dijo entonces: «Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan». [4] Pero Jesús le respondió: «Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan». [5] Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra [6] y le dijo: «Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. [7] Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá». [8] Pero Jesús le respondió: «Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto». [9] Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, [10] porque está escrito: Él dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. [11] Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra». [12] Pero Jesús le respondió: «Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios».
(C.I.C 539) Los evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso. Jesús es el nuevo Adán que permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió perfectamente la vocación de Israel: al contrario de los que anteriormente provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto (cf. Sal 95, 10), Cristo se revela como el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es vencedor del diablo; él ha "atado al hombre fuerte" para despojarle de lo que se había apropiado (Mc 3, 27). La victoria de Jesús en el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial al Padre. (C.I.C 2096) La adoración es el primer acto de la virtud de la religión. Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso. ‘Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto’ (Lc 4, 8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6, 13).
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