martes, 17 de junio de 2008
Lc 1, 39-40 En aquellos días, María partió
(Lc 1, 39-40) En aquellos días, María partió
[39] En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. [40] Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
(C.I.C 2674) Desde el sí dado por la fe en la anunciación y mantenido sin vacilar al pie de la cruz, la maternidad de María se extiende desde entonces a los hermanos y a las hermanas de su Hijo, "que son peregrinos todavía y que están ante los peligros y las miserias" (LG 62). Jesús, el único Mediador, es el Camino de nuestra oración; María, su Madre y nuestra Madre es pura transparencia de El: María "muestra el Camino" [Odighitria], es su "signo", según la iconografía tradicional de Oriente y Occidente. (C.I.C 2675) A partir de esta cooperación singular de María a la acción del Espíritu Santo, las Iglesias han desarrollado la oración a la santa Madre de Dios, centrándola sobre la persona de Cristo manifestada en sus misterios. En los innumerables himnos y antífonas que expresan esta oración, se alternan habitualmente dos movimientos: uno "engrandece" al Señor por las "maravillas" que ha hecho en su humilde esclava, y por medio de ella, en todos los seres humanos (cf. Lc 1, 46-55); el segundo confía a la Madre de Jesús las súplicas y alabanzas de los hijos de Dios ya que ella conoce ahora la humanidad que en ella ha sido desposada por el Hijo de Dios.
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