jueves, 5 de junio de 2008
Mc 13, 9-13 El que persevere hasta el fin, se salvará
(Mc 13, 9-13) El que persevere hasta el fin, se salvará
[9] Estén atentos: los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas, y por mi causa serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos. [10] Pero antes, la Buena Noticia será proclamada a todas las naciones. [11] Cuando los entreguen, no se preocupen por lo que van a decir: digan lo que se les enseñe en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu Santo. [12] El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los matarán. [13] Serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero el que persevere hasta el fin, se salvará.
(C.I.C 2849) Pues bien, este combate y esta victoria sólo son posibles con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde el principio (cf. Mt 4, 11) y en el último combate de su agonía (cf. Mt 26, 36-44). En esta petición a nuestro Padre, Cristo nos une a su combate y a su agonía. La vigilancia del corazón es recordada con insistencia en comunión con la suya (cf. Mc 13, 9. 23. 33-37; 14, 38; Lc 12, 35-40). La vigilancia es "guarda del corazón", y Jesús pide al Padre que "nos guarde en su Nombre" (cf. Jn 17, 11). El Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a esta vigilancia (cf. 1Co 16, 13; Col 4, 2; 1Ts 5, 6; 1P 5, 8). Esta petición adquiere todo su sentido dramático referida a la tentación final de nuestro combate en la tierra; pide la perseverancia final. "Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela" (Ap 16, 15).
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