lunes, 31 de marzo de 2014
131. ¿Cuál es el sentido y el alcance salvífico de la Resurrección?
(Compendio 131) La Resurrección de Cristo es la
culminación de la Encarnación. Es una prueba de la divinidad de Cristo,
confirma cuanto hizo y enseñó y realiza todas las promesas divinas en nuestro
favor. Además, el Resucitado, vencedor del pecado y de la muerte, es el
principio de nuestra justificación y de nuestra resurrección: ya desde ahora
nos procura la gracia de la adopción filial, que es real participación de su
vida de Hijo unigénito; más tarde, al final de los tiempos, Él resucitará
nuestro cuerpo.
Resumen
(C.I.C 652) La Resurrección de Cristo es cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento (cf. Lc 24,
26-27. 44-48) y del mismo Jesús durante su vida terrenal (cf. Mt 28, 6; Mc 16,
7; Lc 24, 6-7). La expresión "según las Escrituras" (cf. 1Co 15, 3-4;
Símbolo Niceno-Constantinopolitano:
DS 150) indica que la Resurrección de Cristo cumplió estas predicciones.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 651) "Si no resucitó Cristo, vana es nuestra
predicación, vana también vuestra fe"(1Co 15, 14). La Resurrección constituye
ante todo la confirmación de todo lo que Cristo hizo y enseñó. Todas las
verdades, incluso las más inaccesibles al espíritu humano, encuentran su
justificación si Cristo, al resucitar, ha dado la prueba definitiva de su
autoridad divina según lo había prometido. (C.I.C 653) La verdad de la divinidad de Jesús es confirmada por
su Resurrección. El había dicho: "Cuando hayáis levantado al Hijo del
hombre, entonces sabréis que Yo Soy" (Jn 8, 28). La Resurrección del
Crucificado demostró que verdaderamente, él era "Yo Soy", el Hijo de
Dios y Dios mismo. San Pablo pudo decir a los Judíos: "La Promesa hecha a
los padres Dios la ha cumplido en nosotros [...] al resucitar a Jesús, como
está escrito en el salmo primero: 'Hijo mío eres tú; yo te he engendrado
hoy" (Hch 13, 32-33; cf. Sal 2, 7). La Resurrección de Cristo está
estrechamente unida al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios: es su
plenitud según el designio eterno de Dios.
Para la reflexión
(C.I.C 654) Hay un doble aspecto en el misterio Pascual: por
su muerte nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una
nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificación
que nos devuelve a la gracia de Dios (cf. Rm 4, 25) "a fin de que, al
igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos [...] así también nosotros
vivamos una nueva vida" (Rm 6, 4). Consiste en la victoria sobre la muerte
y el pecado y en la nueva participación en la gracia (cf. Ef 2, 4-5; 1P 1, 3).
Realiza la adopción filial porque los
hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus
discípulos después de su Resurrección: "Id, avisad a mis hermanos"
(Mt 28, 10; Jn 20, 17). Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia,
porque esta filiación adoptiva confiere una participación real en la vida del
Hijo único, la que ha revelado plenamente en su Resurrección. (C.I.C 655) Por
último, la Resurrección de Cristo - y el propio Cristo resucitado - es
principio y fuente de nuestra
resurrección futura: "Cristo resucitó de entre los muertos como
primicias de los que durmieron [...] del mismo modo que en Adán mueren todos,
así también todos revivirán en Cristo" (1Co 15, 20-22). En la espera de
que esto se realice, Cristo resucitado vive en el corazón de sus fieles. En El
los cristianos "saborean […] los prodigios del mundo futuro" (Hb 6,5)
y su vida es arrastrada por Cristo al seno de la vida divina (cf. Col 3, 1-3)
para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquél que murió y
resucitó por ellos" (2Co 5, 15).
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