viernes, 7 de marzo de 2014
113. ¿Bajo qué acusaciones fue condenado Jesús?
(Compendio 113) Algunos jefes de Israel acusaron a Jesús
de actuar contra la Ley, contra el Templo de Jerusalén y, particularmente,
contra la fe en el Dios único, porque se proclamaba Hijo de Dios. Por ello lo
entregaron a Pilato para que lo condenase a muerte.
Resumen
(C.I.C 594) Jesús realizó obras como el perdón de los
pecados que lo revelaron como Dios Salvador (cf. Jn 5, 16-18). Algunos judíos
que no le reconocían como Dios hecho hombre (cf. Jn 1, 14) veían en él a
"un hombre que se hace Dios" (Jn 10, 33), y lo juzgaron como un
blasfemo.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 574) Desde los comienzos del ministerio público de
Jesús, fariseos y partidarios de Herodes, junto con sacerdotes y escribas, se
pusieron de acuerdo para perderle (cf. Mc 3, 6). Por algunas de sus obras
(expulsión de los demonios, cf. Mt 12, 24; perdón de los pecados, cf. Mc 2, 7;
curaciones en sábado, cf. 3, 1-6; interpretación original de los preceptos de
pureza de la Ley, cf. Mc 7, 14-23; familiaridad con los publicanos y los
pecadores públicos, (cf. Mc 2, 14-17), Jesús apareció a algunos
malintencionados sospechoso de posesión diabólica (cf. Mc 3, 22; Jn 8, 48; 10,
20). Se le acusa de blasfemo (cf. Mc 2, 7; Jn 5,18; 10, 33) y de falso
profetismo (cf. Jn 7, 12; 7, 52), crímenes religiosos que la Ley castigaba con
pena de muerte a pedradas (cf. Jn 8, 59; 10, 31). (C.I.C 576) A los ojos de
muchos en Israel, Jesús parece actuar contra las instituciones esenciales del
Pueblo elegido: – contra la sumisión a la Ley en la integridad de sus
prescripciones escritas, y, para los fariseos, según la interpretación de la
tradición oral. – contra el carácter central del Templo de Jerusalén como lugar
santo donde Dios habita de una manera privilegiada. – contra la fe en el Dios
único, cuya gloria ningún hombre puede compartir.
Para la reflexión
(C.I.C 575) Muchas de las obras y de las palabras de Jesús
han sido, pues, un "signo de contradicción" (Lc 2, 34) para las
autoridades religiosas de Jerusalén, aquellas a las que el Evangelio de san
Juan denomina con frecuencia "los judíos" (cf. Jn 1, 19; 2, 18; 5,
10; 7, 13; 9, 22; 18, 12; 19, 38; 20, 19), más incluso que a la generalidad del
pueblo de Dios (cf. Jn 7, 48-49). Ciertamente, sus relaciones con los fariseos
no fueron solamente polémicas. Fueron unos fariseos los que le previnieron del
peligro que corría (cf. Lc 13, 31). Jesús alaba a alguno de ellos como al
escriba de Mc 12, 34 y come varias veces en casa de fariseos (cf. Lc 7, 36; 14,
1). Jesús confirma doctrinas sostenidas por esta élite religiosa del pueblo de
Dios: la resurrección de los muertos (cf. Mt 22, 23-34; Lc 20, 39), las formas
de piedad (limosna, ayuno y oración) (cf. Mt 6, 18) y la costumbre de dirigirse
a Dios como Padre, carácter central del mandamiento de amor a Dios y al prójimo
(cf. Mc 12, 28-34).
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