viernes, 21 de marzo de 2014
123. ¿Por qué llama Jesús a sus discípulos a cargar con la propia Cruz?
(Compendio 123) Al llamar a sus discípulos a tomar su
cruz y seguirle (cf. Mt 16, 24), Jesús quiere asociar a su sacrificio redentor
a aquellos mismos que son sus primeros beneficiarios.
Resumen
(C.I.C 619) "Cristo murió por nuestros pecados según
las Escrituras" (1Co 15, 3). (C.I.C 2099) Es justo ofrecer a Dios
sacrificios en señal de adoración y de gratitud, de súplica y de comunión: “Verdadero
sacrificio es toda obra que se hace con el fin de unirnos a Dios en santa compañia,
es decir, relacionada con el fin del bien, merced al cual podemos verdaderamente
felices” (San Agustín, De civitate Dei, 10, 6: PL 41, 283).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 618) La Cruz es el único sacrificio de Cristo
"único mediador entre Dios y los hombres" (1Tm 2, 5). Pero, porque en
su Persona divina encarnada, "se ha unido en cierto modo con todo
hombre" (Gaudium et spes, 22),
Él "ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo
conocida, se asocien a este misterio pascual" (Gaudium et spes, 22). El llama a sus discípulos a "tomar su
cruz y a seguirle" (Mt 16, 24) porque El "sufrió por nosotros
dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas" (1P 2, 21). El quiere en
efecto asociar a su sacrificio redentor a aquéllos mismos que son sus primeros
beneficiarios (cf. Mc 10, 39; Jn 21, 18-19; Col 1, 24). Eso lo realiza en forma
excelsa en su Madre, asociada más íntimamente que nadie al misterio de su
sufrimiento redentor (cf. Lc 2, 35): “Esta es la única verdadera escala del
paraíso, fuera de la Cruz no hay otra por donde subir al cielo.” (Santa Rosa de
Lima: P. Hansen, Vita mirabilis […] venerabilis sororis Rosae de Sancta Maria
Limensis (Roma 1664) p. 137).
Para la reflexión
(C.I.C 2100) El sacrificio exterior, para ser auténtico,
debe ser expresión del sacrificio espiritual. ‘Mi sacrificio es un espíritu
contrito...’ (Sal 51, 19). Los profetas de la Antigua Alianza denunciaron con
frecuencia los sacrificios hechos sin participación interior (Cf. Am 5, 21-25)
o sin relación con el amor al prójimo (Cf. Is 1, 10-20). Jesús recuerda las
palabras del profeta Oseas: ‘Misericordia quiero, que no sacrificio’ (Mt 9, 13;
12, 7; cf. Os 6, 6). El único sacrificio perfecto es el que ofreció Cristo en
la cruz en ofrenda total al amor del Padre y por nuestra salvación (Cf. Hb 9,
13-14). Uniéndonos a su sacrificio, podemos hacer de nuestra vida un sacrificio
para Dios.
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