sábado, 8 de marzo de 2014
114. ¿Cómo se comportó Jesús con la Ley de Israel? (Primera parte)
(Compendio 114) Jesús no abolió la Ley dada por Dios a
Moisés en el Sinaí, sino que la perfeccionó, dándole su interpretación
definitiva. Él es el Legislador divino que ejecuta íntegramente esta Ley. Aún
más, es el siervo fiel que, con su muerte expiatoria, ofrece el único
sacrificio capaz de redimir todas «las transgresiones cometidas por los hombres
contra la Primera Alianza» (Hb 9, 15).
Resumen
(C.I.C 592) Jesús no abolió la Ley del Sinaí, sino que la
perfeccionó (cf. Mt 5, 17-19) de tal modo (cf. Jn 8, 46) que reveló su hondo
sentido (cf. Mt 5, 33) y satisfizo por las transgresiones contra ella (cf. Hb
9, 15).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 577) Al comienzo del Sermón de la montaña, Jesús hace
una advertencia solemne presentando la Ley dada por Dios en el Sinaí con
ocasión de la Primera Alianza, a la luz de la gracia de la Nueva Alianza:
"No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a
abolir sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán
antes que pase una i o un ápice de la Ley sin que todo se haya cumplido. Por
tanto, el que quebrante uno de estos mandamientos menores, y así lo enseñe a
los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; en cambio el que los
observe y los enseñe, ese será grande en el Reino de los cielos" (Mt 5,
17-19). (C.I.C 579) Este principio de
integridad en la observancia de la Ley, no sólo en su letra sino también en su
espíritu, era apreciado por los fariseos. Al subrayarlo para Israel, muchos
judíos del tiempo de Jesús fueron conducidos a un celo religioso extremo (cf.
Rm 10, 2), el cual, si no quería convertirse en una casuística
"hipócrita" (cf. Mt 15, 3-7; Lc 11, 39-54) no podía más que preparar
al pueblo a esta intervención inaudita de Dios que será la ejecución perfecta
de la Ley por el único Justo en lugar de todos los pecadores (cf. Is 53, 11; Hb
9, 15).
Para la reflexión
(C.I.C 578) Jesús, el Mesías de Israel, por lo tanto el más
grande en el Reino de los cielos, se debía sujetar a la Ley cumpliéndola en su
totalidad hasta en sus menores preceptos, según sus propias palabras. Incluso
es el único en poderlo hacer perfectamente (cf. Jn 8, 46). Los judíos, según su
propia confesión, jamás han podido cumplir la Ley en su totalidad, sin violar
el menor de sus preceptos (cf. Jn 7, 19; Hch 13, 38-41; 15, 10). Por eso, en cada
fiesta anual de la Expiación, los hijos de Israel piden perdón a Dios por sus
transgresiones de la Ley. En efecto, la Ley constituye un todo y, como recuerda
Santiago, "quien observa toda la Ley, pero falta en un solo precepto, se
hace reo de todos" (St 2, 10; cf. Ga 3, 10; 5, 3). (Continua)
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