114. ¿Cómo se comportó Jesús con la Ley de Israel? (Segunda parte -
continuación)
(Compendio 114 repetición) esús no
abolió la Ley dada por Dios a Moisés en el Sinaí, sino que la perfeccionó,
dándole su interpretación definitiva. Él es el Legislador divino que ejecuta
íntegramente esta Ley. Aún más, es el siervo fiel que, con su muerte
expiatoria, ofrece el único sacrificio capaz de redimir todas «las
transgresiones cometidas por los hombres contra la Primera Alianza» (Hb 9, 15).
Resumen
(C.I.C 592) Jesús no abolió la Ley del Sinaí, sino que la
perfeccionó (cf. Mt 5, 17-19) de tal modo (cf. Jn 8, 46) que reveló su hondo
sentido (cf. Mt 5, 33) y satisfizo por las transgresiones contra ella (cf. Hb
9, 15).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 580) El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser
sino obra del divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona del
Hijo (cf. Ga 4, 4). En Jesús la Ley ya no aparece grabada en tablas de piedra
sino "en el fondo del corazón" (Jr 31, 33) del Siervo, quien, por
"aportar fielmente el derecho" (Is 42, 3), se ha convertido en
"la Alianza del pueblo" (Is 42, 6). Jesús cumplió la Ley hasta tomar
sobre sí mismo "la maldición de la Ley" (cf. Ga 3, 13) en la que
habían incurrido los que no "practican todos los preceptos de la Ley"
(cf. Ga 3, 10) porque, ha intervenido su muerte para remisión de las
transgresiones de la Primera Alianza" (Hb 9, 15). (C.I.C 581) Jesús fue
considerado por los Judíos y sus jefes espirituales como un "rabbi"
(cf. Jn 11, 28; 3, 2; Mt 22, 23-24, 34-36). Con frecuencia argumentó en el
marco de la interpretación rabínica de la Ley (cf. Mt 12, 5; 9, 12; Mc 2,
23-27; Lc 6, 6-9; Jn 7, 22-23). Pero al mismo tiempo, Jesús no podía menos que
chocar con los doctores de la Ley porque no se contentaba con proponer su
interpretación entre los suyos, sino que "enseñaba como quien tiene
autoridad y no como sus escribas" (Mt 7, 29). La misma Palabra de Dios,
que resonó en el Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita, es la que en él se
hace oír de nuevo en el Monte de las Bienaventuranzas (cf. Mt 5, 1). Esa
palabra no revoca la Ley sino que la perfecciona aportando de modo divino su
interpretación definitiva: "Habéis oído también que se dijo a los
antepasados [...] pero yo os digo" (Mt 5, 33-34). Con esta misma autoridad
divina, desaprueba ciertas "tradiciones humanas" (cf. Mc 7, 8) de los
fariseos que "anulan la Palabra de Dios" (cf. Mc 7, 13).
Para la reflexión
(C.I.C 582) Yendo más lejos, Jesús da plenitud a la Ley
sobre la pureza de los alimentos, tan importante en la vida cotidiana judía,
manifestando su sentido "pedagógico" (cf. Ga 3, 24) por medio de una
interpretación divina: "Todo lo que de fuera entra en el hombre no puede
hacerle impuro [...] -así declaraba puros todos los alimentos-. Lo que sale del
hombre, eso es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón de
los hombres, salen las intenciones malas" (Mc 7, 18-21). Jesús, al dar con
autoridad divina la interpretación definitiva de la Ley, se vio enfrentado a
algunos doctores de la Ley que no recibían su interpretación a pesar de estar
garantizada por los signos divinos con que la acompañaba (cf. Jn 5, 36; 10, 25.
37-38; 12, 37). Esto ocurre, en particular, respecto al problema del sábado:
Jesús recuerda, frecuentemente con argumentos rabínicos (cf. Mt 2,25-27; Jn 7,
22-24), que el descanso del sábado no se quebranta por el servicio a Dios (cf.
Mt 12, 5; Nm 28, 9) o al prójimo (cf. Lc 13, 15-16; 14, 3-4) que realizan sus
curaciones. [Fin]
(Siguiente pregunta: ¿Cuál fue la actitud de Jesús hacia
el Templo de Jerusalén?)
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