sábado, 22 de marzo de 2014
124. ¿En qué condiciones se encontraba el cuerpo de Cristo mientras estaba en el sepulcro? (Primera parte)
(Compendio 124) Cristo sufrió una verdadera muerte, y
verdaderamente fue sepultado. Pero la virtud divina preservó su cuerpo de la
corrupción.
Resumen
(C.I.C 629) Jesús gustó la muerte para bien de todos (cf. Hb
2, 9). Es verdaderamente el Hijo de Dios hecho hombre que murió y fue
sepultado.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 624) "Por la gracia de Dios, gustó la muerte
para bien de todos" (Hb 2, 9). En su designio de salvación, Dios dispuso
que su Hijo no solamente "muriese por nuestros pecados" (1Co 15, 3)
sino también que "gustase la muerte", es decir, que conociera el
estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el
tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la Cruz y el momento en
que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del
descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo
depositado en la tumba (cf. Jn 19, 42) manifiesta el gran reposo sabático de
Dios (cf. Hb 4, 4-9) después de realizar (cf. Jn 19, 30) la salvación de los
hombres, que establece en la paz el universo entero (cf. Col 1, 18-20).
Para la reflexión
(C.I.C 627) La muerte
de Cristo fue una verdadera muerte en cuanto que puso fin a su existencia
humana terrena. Pero a causa de la unión que la Persona del Hijo conservó con
su cuerpo, éste no fue un despojo mortal como los demás porque "no era
posible que la muerte lo dominase" (Hch 2, 24) y por eso “la virtud divina
preservó de la corrupción al cuerpo de Cristo” (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae 2, 51, 3). De Cristo se
puede decir a la vez: "Fue arrancado de la tierra de los vivos" (Is
53, 8); y: "mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi
alma en la mansión de lo muertos ni permitirás que tu santo experimente la
corrupción" (Hch 2, 26-27; cf. Sal 16, 9-10). La Resurrección de Jesús
"al tercer día" (1Co 15, 4; Lc 24, 46; cf. Mt 12, 40; Jon 2, 1; Os 6,
2) era el signo de ello, también porque se suponía que la corrupción se
manifestaba a partir del cuarto día (cf. Jn 11, 39). (Continua)
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