lunes, 10 de marzo de 2014
115. ¿Cuál fue la actitud de Jesús hacia el Templo de Jerusalén?
(Compendio 115) Jesús fue acusado de hostilidad hacia al
Templo. Sin embargo, lo veneró como «la casa de su Padre» (Jn 2, 16), y allí
impartió gran parte de sus enseñanzas. Pero también predijo la destrucción del
Templo, en relación con su propia muerte, y se presentó a sí mismo como la
morada definitiva de Dios en medio de los hombres.
Resumen
(C.I.C 593) Jesús veneró el Templo subiendo a él en
peregrinación en las fiestas judías y amó con gran celo esa morada de Dios
entre los hombres. El Templo prefigura su Misterio. Anunciando la destrucción
del templo anuncia su propia muerte y la entrada en una nueva edad de la historia
de la salvación, donde su cuerpo será el Templo definitivo.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 583) Como los profetas anteriores a él, Jesús profesó
el más profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue presentado en él por José y
María cuarenta días después de su nacimiento (Cf. Lc. 2, 22-39). A la edad de
doce años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que se
debía a los asuntos de su Padre (cf. Lc 2, 46-49). Durante su vida oculta,
subió allí todos los años al menos con ocasión de la Pascua (cf. Lc 2, 41); su
ministerio público estuvo jalonado por sus peregrinaciones a Jerusalén con
motivo de las grandes fiestas judías (Cf. Jn 2, 13-14; 5, 1. 14; 7, 1. 10. 14;
8, 2; 10, 22-23). (C.I.C 585) Jesús
anunció, no obstante, en el umbral de su Pasión, la ruina de ese espléndido
edificio del cual no quedará piedra sobre piedra (cf. Mt 24, 1-2). Hay aquí un
anuncio de una señal de los últimos tiempos que se van a abrir con su propia
Pascua (cf. Mt 24, 3; Lc 13, 35). Pero esta profecía pudo ser deformada por
falsos testigos en su interrogatorio en casa del sumo sacerdote (cf. Mc 14,
57-58) y serle reprochada como injuriosa cuando estaba clavado en la cruz (cf.
Mt 27, 39-40).
Para la reflexión
(C.I.C 584) Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado
para el encuentro con Dios. El Templo era para él la casa de su Padre, una casa
de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un
mercado (Mt 21, 13). Si expulsa a los mercaderes del Templo es por celo hacia
las cosas de su Padre: "no hagáis de la Casa de mi Padre una casa de
mercado. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: 'El celo por tu
Casa me devorará' (Sal 69, 10)" (Jn 2, 16-17). Después de su Resurrección,
los Apóstoles mantuvieron un respeto religioso hacia el Templo (cf. Hch 2, 46;
3, 1; 5, 20. 21; etc.). (C.I.C 586) Lejos de haber sido hostil al Templo (cf.
Mt 8, 4; 23, 21; Lc 17, 14; Jn 4, 22) donde expuso lo esencial de su enseñanza
(cf. Jn 18, 20), Jesús quiso pagar el impuesto del Templo asociándose con Pedro
(cf. Mt 17, 24-27), a quien acababa de poner como fundamento de su futura
Iglesia (cf. Mt 16, 18). Aún más, se identificó con el Templo presentándose
como la morada definitiva de Dios entre los hombres (cf. Jn 2, 21; Mt 12, 6).
Por eso su muerte corporal (cf. Jn 2, 18-22) anuncia la destrucción del Templo
que señalará la entrada en una nueva edad de la historia de la
salvación:"Llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén
adoraréis al Padre"(Jn 4, 21; cf. Jn 4, 23-24; Mt 27, 51; Hb 9, 11; Ap 21,
22).
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