martes, 4 de marzo de 2014
110. ¿Cuál es el significado de la Transfiguración?
(Compendio 110) En la Transfiguración de Jesús aparece
ante todo la Trinidad: «el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu
en la nube luminosa» (Santo Tomás de Aquino). Al evocar, junto a Moisés y
Elías, su «partida» (Lc 9, 31), Jesús muestra que su gloria pasa a través de la
cruz, y otorga un anticipo de su resurrección y de su gloriosa venida, «que
transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo»
(Flp 3, 21). «En el monte te transfiguraste, Cristo Dios, y tus discípulos
contemplaron tu gloria, en cuanto podían comprenderla. Así, cuando te viesen
crucificado entenderían que padecías libremente y anunciarían al mundo que tú
eres en verdad el resplandor del Padre» (Liturgia bizantina).
Resumen
(C.I.C 568) La Transfiguración de Cristo tiene por finalidad
fortalecer la fe de los Apóstoles ante la proximidad de la Pasión: la subida a
un "monte alto" prepara la subida al Calvario. Cristo, Cabeza de la
Iglesia, manifiesta lo que su cuerpo contiene e irradia en los sacramentos:
"la esperanza de la gloria" (Col 1, 27; cf. San León Magno, Sermo 51, 3: PL 54, 310).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 554) A partir del día en que Pedro confesó que Jesús
es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Maestro "comenzó a mostrar a sus
discípulos que él debía ir a Jerusalén, y sufrir [...] y ser condenado a muerte
y resucitar al tercer día" (Mt 16, 21): Pedro rechazó este anuncio (cf. Mt
16, 22-23), los otros no lo comprendieron mejor (cf. Mt 17, 23; Lc 9, 45). En
este contexto se sitúa el episodio misterioso de la Transfiguración de Jesús
(cf. Mt 17, 1-8 y paralelos; 2P 1, 16-18), sobre una montaña, ante tres
testigos elegidos por él: Pedro, Santiago y Juan. El rostro y los vestidos de
Jesús se pusieron fulgurantes como la luz, Moisés y Elías aparecieron y le
"hablaban de su partida, que estaba para cumplirse en Jerusalén" (Lc
9, 31). Una nube les cubrió y se oyó una voz desde el cielo que decía:
"Este es mi Hijo, mi elegido; escuchadle" (Lc 9, 35). (C.I.C 555) Por
un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de
Pedro. Muestra también que para "entrar en su gloria" (Lc 24, 26), es
necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria
de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos
del Mesías (cf. Lc 24, 27). La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia
del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios (cf. Is 42, 1). La nube indica la
presencia del Espíritu Santo: "Tota
Trinitas apparuit: Pater in voce; Filius in homine, Spiritus in nube clara"
("Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el
Espíritu en la nube luminosa" (Santo Tomás, Summa theologiae 3, 45, 4, ad 2): “En el monte te transfiguraste,
Cristo Dios, y tus discípulos contemplaron tu gloria, en cuanto podían
comprenderla. Así, cuando te viesen crucificado, entenderían que padecías
libremente y anunciarían al mundo que tú eres en verdad el resplandor del
Padre.” (Liturgia bizantina. Himno Breve de la festividad de la
Transfiguracion del Señor).
Para la reflexión
(C.I.C 556) En el umbral de la vida pública se sitúa el
Bautismo; en el de la Pascua, la Transfiguración. Por el bautismo de Jesús
"fue manifestado el misterio de la primera regeneración": nuestro
bautismo; la Transfiguración "es es sacramento de la segunda
regeneración": nuestra propia resurrección (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 3, 45, 4, ad 2). Desde
ahora nosotros participamos en la Resurrección del Señor por el Espíritu Santo
que actúa en los sacramentos del Cuerpo de Cristo. La Transfiguración nos
concede una visión anticipada de la gloriosa venida de Cristo "el cual
transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el
suyo" (Flp 3, 21). Pero ella nos recuerda también que "es necesario
que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hch
14, 22): “Pedro no había comprendido eso cuando deseaba vivir con Cristo en la
montaña (cf. Lc 9, 33). Te ha reservado eso, oh Pedro, para después de la muerte.
Pero ahora, él mismo dice: Desciende para penar en la tierra, para servir en la
tierra, para ser despreciado y crucificado en la tierra. La Vida desciende para
hacerse matar; el Pan desciende para tener hambre; el Camino desciende para
fatigarse andando; la Fuente desciende para sentir la sed; y tú, ¿vas a negarte
a sufrir?” (San Agustín, Sermo 78, 6:
PL 38, 492-493).
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