domingo, 2 de marzo de 2014
108. ¿Por qué Jesús manifiesta el Reino mediante signos y milagros?
(Compendio 108) Jesús acompaña su palabra con signos y
milagros para atestiguar que el Reino está presente en Él, el Mesías. Si bien
cura a algunas personas, Él no ha venido para abolir todos los males de esta
tierra, sino ante todo para liberarnos de la esclavitud del pecado. La
expulsión de los demonios anuncia que su Cruz se alzará victoriosa sobre «el
príncipe de este mundo» (Jn 12, 31).
Resumen
(C.I.C 567) El Reino de los cielos ha sido inaugurado en la
tierra por Cristo. "Se manifiesta a los hombres en las palabras, en las
obras y en la presencia de Cristo" (Lumen
gentium, 5). La Iglesia es el germen y el comienzo de este Reino. Sus
llaves son confiadas a Pedro.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 547) Jesús acompaña sus palabras con numerosos
"milagros, prodigios y signos" (Hch 2, 22) que manifiestan que el
Reino está presente en El. Ellos atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado
(cf. Lc 7, 18-23). (C.I.C 548) Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian
que el Padre le ha enviado (cf. Jn 5, 36; 10, 25). Invitan a creer en Jesús
(cf. Jn 10, 38). Concede lo que le piden a los que acuden a él con fe (cf. Mc
5, 25-34; 10, 52; etc.). Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquél que
hace las obras de su Padre: éstas testimonian que él es Hijo de Dios (cf. Jn
10, 31-38). Pero también pueden ser "ocasión de escándalo" (cf. Mt
11, 6). No pretenden satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de
tan evidentes milagros, Jesús es rechazado por algunos (cf. Jn 11, 47-48);
incluso se le acusa de obrar movido por los demonios (cf. Mc 3, 22).
Para la reflexión
(C.I.C 549) Al liberar a algunos hombres de los males
terrenos del hambre (cf. Jn 6, 5-15), de la injusticia (cf. Lc 19, 8), de la
enfermedad y de la muerte (cf. Mt 11,5), Jesús realizó unos signos mesiánicos;
no obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo (cf. Lc 12, 13. 14;
Jn 18, 36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del
pecado (cf. Jn 8, 34-36), que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y
causa de todas sus servidumbres humanas. (C.I.C 550) La venida del Reino de
Dios es la derrota del reino de Satanás (cf. Mt 12, 26): "Pero si por el
Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino
de Dios" (Mt 12, 28). Los exorcismos
de Jesús liberan a los hombres del dominio de los demonios (cf. Lc 8, 26-39).
Anticipan la gran victoria de Jesús sobre "el príncipe de este mundo"
(cf. Jn 12, 31). Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el
Reino de Dios: "Regnavit a ligno
Deus" ("Dios reinó desde el madero de la Cruz") (Venancio
Fortunato, Hymnus "Vexilla
Regis": PL 88, 96).
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