sábado, 1 de marzo de 2014
107. ¿Quién es invitado a formar parte del Reino de Dios, anunciado y realizado por Jesús? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 107 repetición) Jesús
invita a todos los hombres a entrar en el Reino de Dios; aún el peor de los
pecadores es llamado a convertirse y aceptar la infinita misericordia del
Padre. El Reino pertenece, ya aquí en la tierra, a quienes lo acogen con
corazón humilde. A ellos les son revelados los misterios del Reino de Dios.
Resumen
(C.I.C 567) El Reino de los cielos ha sido inaugurado en la
tierra por Cristo. "Se manifiesta a los hombres en las palabras, en las
obras y en la presencia de Cristo" (Lumen
gentium, 5). La Iglesia es el germen y el comienzo de este Reino. Sus
llaves son confiadas a Pedro.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 543) Todos los
hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a
los hijos de Israel (cf. Mt 10, 5-7), este reino mesiánico está destinado a
acoger a los hombres de todas las naciones (cf. Mt 8, 11; 28, 19). Para entrar
en él, es necesario acoger la palabra de Jesús: “La palabra de Dios se compara
a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al
pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí
misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega” (Lumen Gentium 5). (C.I.C 546) Jesús llama a entrar en el Reino a
través de las parábolas, rasgo típico de su enseñanza (cf. Mc 4, 33-34). Por
medio de ellas invita al banquete del Reino (cf. Mt 22, 1-14), pero exige
también una elección radical para alcanzar el Reino, es necesario darlo todo
(cf. Mt 13, 44-45); las palabras no bastan, hacen falta obras (cf. Mt 21,
28-32). Las parábolas son como un espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como
un suelo duro o como una buena tierra (cf. Mt 13, 3-9)? ¿Qué hace con los
talentos recibidos (cf. Mt 25, 14-30)? Jesús y la presencia del Reino en este
mundo están secretamente en el corazón de las parábolas. Es preciso entrar en
el Reino, es decir, hacerse discípulo de Cristo para "conocer los
Misterios del Reino de los cielos" (Mt 13, 11). Para los que están
"fuera" (Mc 4, 11), la enseñanza de las parábolas es algo enigmático
(cf. Mt 13, 10-15).
Para la reflexión
(C.I.C 545) Jesús invita a
los pecadores al banquete del Reino: "No he venido a llamar a justos
sino a pecadores" (Mc 2, 17; cf. 1Tim 1, 15). Les invita a la conversión,
sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra de palabra y con
hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos (cf. Lc 15, 11-32) y
la inmensa "alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta"
(Lc 15, 7). La prueba suprema de este amor será el sacrificio de su propia vida
"para remisión de los pecados" (Mt 26, 28). [Fin]
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