martes, 1 de abril de 2014
132. ¿Qué representa la Ascensión? (Primera parte)
(Compendio 132) Cuarenta días después de haberse mostrado
a los Apóstoles bajo los rasgos de una humanidad ordinaria, que velaban su
gloria de Resucitado, Cristo subió a los cielos y se sentó a la derecha del
Padre. Desde entonces el Señor reina con su humanidad en la gloria eterna de
Hijo de Dios, intercede incesantemente ante el Padre en favor nuestro, nos
envía su Espíritu y nos da la esperanza de llegar un día junto a Él, al lugar
que nos tiene preparado.
Resumen
(C.I.C 665) La ascensión de Jesucristo marca la entrada
definitiva de la humanidad de Jesús en el dominio celeste de Dios de donde ha
de volver (cf. Hch 1, 11), aunque mientras tanto lo esconde a los ojos de los
hombres (cf. Col 3, 3).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 659) "Con esto, el Señor Jesús, después de
hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios" (Mc 16,
19). El Cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección
como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde
entonces su cuerpo disfruta para siempre (cf. Lc 24, 31; Jn 20, 19. 26). Pero
durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus
discípulos (cf. Hch 10, 41) y les instruye sobre el Reino (cf. Hch 1, 3), su
gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria (cf. Mc
16,12; Lc 24, 15; Jn 20, 14-15; 21, 4). La última aparición de Jesús termina
con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por
la nube (cf. Hch 1, 9; cf. también Lc 9, 34-35; Ex 13, 22) y por el cielo (cf.
Lc 24, 51) donde él se sienta para siempre a la derecha de Dios (cf. Mc 16, 19;
Hch 2, 33; 7, 56; también Sal 110, 1). Sólo de manera completamente excepcional
y única, se muestra a Pablo "como un abortivo" (1Co 15, 8) en una
última aparición que constituye a éste en apóstol (cf. 1Co 9, 1; Ga 1, 16).
(C.I.C 660) El carácter velado de la gloria del Resucitado durante este tiempo
se transparenta en sus palabras misteriosas a María Magdalena: "Todavía […]
no he subido al Padre. Vete donde los hermanos y diles: Subo a mi Padre y
vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios" (Jn 20, 17). Esto indica una
diferencia de manifestación entre la gloria de Cristo resucitado y la de Cristo
exaltado a la derecha del Padre. El acontecimiento a la vez histórico y
transcendente de la Ascensión marca la transición de una a otra.
Para la reflexión
(C.I.C 661) Esta última etapa permanece estrechamente unida
a la primera es decir, a la bajada desde el cielo realizada en la Encarnación.
Solo el que "salió del Padre" puede "volver al Padre":
Cristo (cf. Jn 16,28). "Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del
cielo, el Hijo del hombre" (Jn 3, 13; cf, Ef 4, 8-10). Dejada a sus
fuerzas naturales, la humanidad no tiene acceso a la "Casa del Padre"
(Jn 14, 2), a la vida y a la felicidad de Dios. Solo Cristo ha podido abrir
este acceso al hombre, "ha querido precedernos como cabeza nuestra para
que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de
seguirlo en su Reino" (Prefacio de
la Ascensión del Señor, I: Misal Romano). (Continua)
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