miércoles, 2 de abril de 2014
132. ¿Qué representa la Ascensión? (Segunda parte - continuación)
(Compendio 132 repetición) Cuarenta
días después de haberse mostrado a los Apóstoles bajo los rasgos de una
humanidad ordinaria, que velaban su gloria de Resucitado, Cristo subió a los
cielos y se sentó a la derecha del Padre. Desde entonces el Señor reina con su
humanidad en la gloria eterna de Hijo de Dios, intercede incesantemente ante el
Padre en favor nuestro, nos envía su Espíritu y nos da la esperanza de llegar
un día junto a Él, al lugar que nos tiene preparado.
Resumen
(C.I.C 667) Jesucristo, habiendo entrado una vez por todas
en el santuario del cielo, intercede sin cesar por nosotros como el mediador
que nos asegura permanentemente la efusión del Espíritu Santo.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 662) "Cuando yo sea levantado de la tierra,
atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 32). La elevación en la Cruz significa y
anuncia la elevación en la Ascensión al cielo. Es su comienzo. Jesucristo, el
único Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, “no […] penetró en un Santuario hecho por mano de
hombre [...], sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el
acatamiento de Dios en favor nuestro" (Hb 9, 24). En el cielo, Cristo
ejerce permanentemente su sacerdocio. "De ahí que pueda salvar
perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para
interceder en su favor" (Hb 7, 25). Como "Sumo Sacerdote de los
bienes futuros" (Hb 9, 11), es el centro y el oficiante principal de la
liturgia que honra al Padre en los cielos (cf. Ap 4, 6-11). (C.I.C 663) Cristo,
desde entonces, está sentado a la derecha
del Padre: "Por derecha del Padre entendemos la gloria y el honor de
la divinidad, donde el que existía como Hijo de Dios antes de todos los siglos,
como Dios y consubstancial al Padre, está sentado corporalmente después de que
se encarnó y de que su carne fue glorificada" (San Juan Damasceno, Expositio fidei, 75 [De fide orthodoxa 4, 2]: PG 94, 1104).
Para la reflexión
(C.I.C 664) Sentarse a la derecha del Padre significa la
inauguración del reino del Mesías, cumpliéndose la visión del profeta Daniel
respecto del Hijo del hombre: "A él se le dio imperio, honor y reino, y
todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio
eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás" (Dn 7, 14).
A partir de este momento, los apóstoles se convirtieron en los testigos del
"Reino que no tendrá fin" (Símbolo
Niceno-Constantinopolitano: DS 150). [Fin]
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