jueves, 10 de abril de 2014
139. ¿Con qué símbolos se representa al Espíritu Santo? (Primera parte)
(Compendio 139) Son numerosos los símbolos con los que se
representa al Espíritu Santo: el agua viva, que brota del corazón traspasado de
Cristo y sacia la sed de los bautizados; la unción con el óleo, que es signo
sacramental de la Confirmación; el fuego, que transforma cuanto toca; la nube oscura
y luminosa, en la que se revela la gloria divina; la imposición de manos, por
la cual se nos da el Espíritu; y la paloma, que baja sobre Cristo en su
bautismo y permanece en Él.
Resumen
(C.I.C 742) "La prueba de que sois hijos es que Dios ha
enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: Abbá,
Padre" (Ga 4, 6).
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 694) El agua.
El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el
Bautismo, ya que, después de la invocación del Espíritu Santo, ésta se
convierte en el signo sacramental eficaz del nuevo nacimiento: del mismo modo
que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el agua
bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se nos da
en el Espíritu Santo. Pero "bautizados […] en un solo Espíritu",
también "hemos bebido de un solo Espíritu"(1Co 12, 13): el Espíritu
es, pues, también personalmente el Agua viva que brota de Cristo crucificado
(cf. Jn 19, 34; 1Jn 5, 8) como de su manantial y que en nosotros brota en vida
eterna (cf. Jn 4, 10-14; 7, 38; Ex 17, 1-6; Is 55, 1; Za 14, 8; 1Co 10, 4; Ap
21, 6; 22, 17).
Para la reflexión
(C.I.C 695) La unción.
El simbolismo de la unción con el óleo es también significativo del Espíritu
Santo, hasta el punto de que se ha convertido en sinónimo suyo (cf. 1Jn 2, 20.
27; 2Co 1, 21). En la iniciación cristiana es el signo sacramental de la
Confirmación, llamada justamente en las Iglesias de Oriente
"Crismación". Pero para captar toda la fuerza que tiene, es necesario
volver a la Unción primera realizada por el Espíritu Santo: la de Jesús. Cristo
["Mesías" en hebreo] significa "Ungido" del Espíritu de
Dios. En la Antigua Alianza hubo "ungidos" del Señor (cf. Ex 30,
22-32), de forma eminente el rey David (cf. 1S 16, 13). Pero Jesús es el Ungido
de Dios de una manera única: La humanidad que el Hijo asume está totalmente
"ungida por el Espíritu Santo". Jesús es constituido
"Cristo" por el Espíritu Santo (cf. Lc 4, 18-19; Is 61, 1). La Virgen
María concibe a Cristo del Espíritu Santo quien por medio del ángel lo anuncia
como Cristo en su nacimiento (cf. Lc 2,11) e impulsa a Simeón a ir al Templo a
ver al Cristo del Señor (cf. Lc 2, 26-27); es de quien Cristo está lleno (cf.
Lc 4, 1) y cuyo poder emana de Cristo en sus curaciones y en sus acciones
salvíficas (cf. Lc 6, 19; 8, 46). Es él en fin quien resucita a Jesús de entre
los muertos (cf. Rm 1, 4; 8, 11). Por tanto, constituido plenamente
"Cristo" en su Humanidad victoriosa de la muerte (cf. Hch 2, 36),
Jesús distribuye profusamente el Espíritu Santo hasta que "los
santos" constituyan, en su unión con la Humanidad del Hijo de Dios,
"ese Hombre perfecto [...] que realiza la plenitud de Cristo" (Ef 4,
13): "el Cristo total" según la expresión de San Agustín (San Agustín,
Sermo 341, 1, 1: PL 39, 1493; Ibid. 9, 11: PL 39, 1499). (Continua)
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